Sueña con ser presidente municipal de Puebla, cobra como gerente de la ciudad -o algo así- y se ha convertido en el peor enemigo del edil panista Eduardo Rivera Pérez.
No una, varias veces su pésima gestión de temas sensibles, su nublada visión, sus prisas, su falta de capacidad para medir el pulso a la sociedad, ha llevado a Adán Domínguez Sánchez -”El Alcaldito”, como se burlan de él en los pasillos del ayuntamiento- a complicarle los días a su jefe, el que ha debido pagar los platos rotos producto de las inconsistencias y debilidades de su cercano colaborador.
Primero fue el tortuoso proceso de la concesión para publicidad en los paraderos del transporte público, un asunto en el que privaron no solo la desinformación, la improvisación y la ignorancia de la ley, sino que causó uno de los primeros fuertes reproches públicos del gobernador Miguel Barbosa Huerta, quien no se anda con medias tintas, hacia el presidente Rivera Pérez.
La propuesta para la concesión tuvo que ser modificada, pues forzosamente debía pasar por la aprobación del Congreso del estado, pequeño gran detalle que el pomposo gerente de la ciudad nunca contempló -o si lo contempló, no le importó-.
“Hay que ajustarnos a la ley, ¿no? ¿No íbamos a ser diferentes?“, soltó en su habitual conferencia mañana el titular del poder Ejecutivo.
Luego vino el polémico tema de los parquímetros, también mal operado por este señor Domínguez Sánchez, eternamente atorado en historias personales que aquí NO se van a contar y otra vez incapaz de explicar a la sociedad, con peras y manzanas, los alcances, los objetivos y los beneficios del sistema, así como el uso concreto que el ayuntamiento daría a los recursos recaudados, lo que hubiera legitimado de origen el ambicioso proyecto.
La fecha de inicio de operación de los parquímetros se pospuso hasta tres veces, ante las múltiples deficiencias en el proceso de licitación y la oposición de algunos grupos sociales que legítimamente expresaron dudas y resquemores. Actualmente, el sistema avanza, sin duda, pero es la hora que muchos, muchos poblanos desconocen cómo utilizarlos y qué se está haciendo en su beneficio con ese dinero.
Por cierto, el seguro de los parquímetros no cubre el robo de autopartes, uno de los delitos que más pegan a los poblanos.
Otro “logro”, claro, del “Alcaldito“.
Pero lo peor vino hace algunas cuantas semanas, cuando no supo cómo manejar con eficiencia el tema de los famosos cinemómetros, metiendo nuevamente a su jefe en problemas.
Y es que, fiel a su estilo, Adán Domínguez no sólo no lo operó como se esperaba, sino que generó confusión entre la sociedad y lo peor: causó gran irritación entre los automovilistas, a quienes nunca se les explicó que el sistema buscaba el noble fin de ayudar a frenar o reducir el ciertamente grave y creciente problema de los accidentes viales, que tantos muertos y heridos han dejado en Puebla capital en los últimos tiempos.
El susodicho no supo “vender” el proyecto ni entusiasmar a nadie y causó un alud de quejas y reproches hacia el gobierno municipal, pues la percepción dominante fue que los cinemómetros se instalarían con el único objetivo de multar y recaudar más ingresos, castigando el bolsillo de los poblanos en plena crisis económica.
La puntilla fueron los memes que, implacables, bautizaron a Puebla como “Ciudad Tortuga” o una “Ciudad de Primera porque si metes segunda te multan”, que terminaron de destrozar el plan de fijar límites de velocidad de 30 Km/h en vialidades secundarias y de 50 Km/hr en vialidades principales.
El pasado viernes, receptivo y sensible a las críticas y a los comentarios de los ciudadanos que tronaron en medios de comunicación y redes sociales, el presidente municipal tuvo que salir a rectificar y a anunciar la suspensión de los cinemómetros, sustituyéndolos por lo que la Gerencia de la Ciudad y los sabios -y las sabias- de Movilidad debieron haber hecho desde el principio: un plan integral de cultura vial, que incluye nuevos espacios de cruce peatonal seguro, una correcta señalización de velocidad permitida, sincronización de semáforos y una campaña de concientización para la no utilización de dispositivos móviles.
Así, fue Eduardo Rivera Pérez el encargado de apagar, oootra vez, los incendios causados por el dubitativo Adán Domínguez y sus inútiles y prepotentes asesores, cuatro sujetos que se creen paridos por los dioses: Óscar Vera, Öscar Toquero, Érick Marín y Joaquín García Vinay.
Los cinemómetros buscaban salvar vidas y castigar a automovilistas irresponsables, los que por cierto pululan; por supuesto que generarían ingresos adicionales al ayuntamiento, porque sin multa nadie entiende y nos volvemos reincidentes, pero en esencia se trataba de un proyecto social que, por desgracia, por estar en las manos incorrectas, no se pudo explicar como tal a los poblanos.
De tropiezo en tropiezo, sin asomo de pena, el gerente de la ciudad (o algo así) suele afirmar -a quien se deje- que quiere/sueña/busca ser alcalde de Puebla, para lo que, según él, tiene luz verde para “moverse” y para aprovechar cualquier oportunidad para promoverse.
No es casual que sea él justamente el sustituto del edil cuando éste, por razones de trabajo o personales, debe ausentarse de eventos públicos. Quienes lo han visto, cuentan que en esos momentos se transforma y de verdad se siente el “elegido” y no camina, levita.
Lamentablemente sus legítimas aspiraciones no van de la mano de sus resultados, tanto que, al menos hasta hoy, se ha convertido en la peor piedra en el zapato de Rivera Pérez
Como diría el clásico de clásicos:
“Más ayuda el que no estorba”.
O:
“No me ayudes compadre”.