Quizás no será del interés para el lector las circunstancias que me han llevado en semanas anteriores a una interesante localidad turística de nombre Playa del Carmen, en el estado de Quintana Roo, en la llamada Riviera Maya, término copiado de la Riviera Francesa o Costa Azul, territorios de interesante e intensa actividad turística.
Estas regiones cuentan con una infraestructura para recibir multitudes de turistas nacionales y extranjeros y beneficiarse de tal actividad.
Así, destacan numerosas empresas de hotelería. Los restaurantes que ofrecen comida local, nacional e internacional son abundantes. Los transportistas locales se benefician dando movilidad a los turistas, y es notoria la actividad de venta de artesanías.
Interesado desde siempre en la planeación del desarrollo local y regional, me llamó la atención que en este bello lugar la población local esté orientada y frecuentemente educada para la atención al visitante. Ojo: atención no es servilismo.
Este interés de la población local por contribuir al desarrollo económico local, si bien desearía verlo en todas las localidades del país, solo he podido registrarlo en mis viajes en el estado de Puebla, en la localidad de Calpan, a cuya población me refirió en un texto elogioso en esta columna.
A mi modo de ver, es envidiable esta actitud local de entender la base económica que le sustenta y contribuye a enriquecerla y fortalecerla; y si ello lo he elogiado en el caso de Calpan, quiero hacerlo también en el caso de la población de Playa del Carmen.
A mi parecer, nosotros, los habitantes de cualquier centro de población, sea este una aldea, una villa, una ciudad o una metrópoli, somos los constructores de su base económica. Ello, a partir de las actividades en donde nuestra localidad tiene ventajas sobre las demás (ventajas comparativas, les llaman los economistas). Actividades que bien planeadas y ejecutadas, crecerán y traerán beneficio y una vida digna y tranquila a la ciudad y a nosotros, sus pobladores.
Por ejemplo, recientemente, me enteré del proyecto de construir un tren rápido de Buenavista a Pachuca, capital del estado de Hidalgo, con una parada intermedia en el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles o AIFA.
Así, con el mismo espíritu de lo antes dicho, me parece importante, y así se lo he hecho saber a mis amigos hidalguenses, que es importante reflexionar sobre los efectos que tendrá esta línea ferroviaria sobre el sur del estado, desde Tizayuca hasta Pachuca; ello, a fin de aprovechar la derrama económica que provocará este proyecto. En otras palabras, me he atrevido a sugerir a mis amigos hidalguenses comportarse como los pobladores de la Riviera Maya a fin de aprovechar adecuadamente la previsible actividad regional al máximo y adecuadamente.
Y lo mismo podría apuntarse respecto de otros proyectos importantes anunciados y algunos ya iniciados por nuestras autoridades. Es el caso del ferrocarril transístmico que correrá de Salina Cruz, en Oaxaca, a Coatzacoalcos, en Veracruz, actividad que impactará la vida y la economía no solo de las localidades del Istmo sino de muchas otras del centro de nuestro país. Es previsible, por ejemplo, un impacto positivo del corredor transístmico en el sureste de nuestro estado que llegará, por ejemplo, hasta la ciudad poblana de Tehuacán. ¡Al tiempo!