¿Puede Morena sostener el rumbo?
A 100 días de haber asumido el cargo, Alejandro Armenta Mier ha sorteado con éxito algunos de los primeros desafíos que implica gobernar Puebla.
Su gestión, marcada por ajustes estratégicos y una búsqueda de consolidación, ha mostrado resultados moderados en términos de estabilidad política.
Sin embargo, el verdadero problema del gobernador no proviene de la oposición, sino de su propio partido.
Morena Puebla es para Alejandro Armenta y para la presidenta del partido, Olga Romero Garci-Crespo, una estructura desarticulada, plagada de operadores ineficientes, lealtades divididas y personajes que responden más a intereses personales que al proyecto de la 4T.
Las elecciones extraordinarias del pasado domingo -operadas de cabo a rabo desde el poder- le otorgaron un breve respiro tanto al gobernador como a Romero Garci-Crespo.
No hubo el carro completo que muchos esperaban, pero el triunfo en 3 de las 4 alcaldías en juego dejó al descubierto las carencias estructurales del partido.
La incompetencia de los nuevos secretarios del Comité Ejecutivo Estatal y la falta de operatividad real en las filas de Morena hacen surgir una pregunta clave: ¿cómo garantizar resultados cuando la base partidista es un campo minado de ineptitud e intereses encontrados?
Olga Romero: un liderazgo que resiste
Contrario a la percepción de algunos sectores, Olga Romero Garci-Crespo no es simplemente una figura decorativa que sigue órdenes sin criterio. Ha demostrado habilidad para mantenerse firme en un entorno adverso, rodeada para su desgracia de secretarios nada funcionales que entorpecen más de lo que avanzan.
Su liderazgo ha sido más de resistencia que de control, pues si bien en la cúpula le reconocen disciplina y compromiso, la realidad es que la base de Morena en Puebla está plagada de vicios, intereses cruzados y figuras que juegan en contra del proyecto.
El reto de Romero Garci-Crespo radica en navegar una estructura que no sólo carece de cohesión, sino que está integrada por operadores que, lejos de aportar, contribuyen a la inercia negativa del partido.
La toma de decisiones estratégicas ha sido necesaria, pero su margen de maniobra sigue siendo limitado ante un entorno donde prevalece la búsqueda de beneficios individuales.
Morena Puebla: una red de personajes sin peso y con agendas propias
Uno de los principales problemas del partido en Puebla es la carencia de operadores políticos con verdadera capacidad.
Personajes como Elizabeth Marín -a cargo de la Secretaría de Mujeres- son reflejo de este fenómeno: sin influencia ni trayectoria significativa, su presencia responde más a una cuota política que a una visión estratégica. Su aporte al proyecto es nulo, y su permanencia en la estructura debilita más de lo que fortalece.
En el área de finanzas, Miriam Ávila, se enfrenta a críticas severas por su falta de capacidad administrativa. Su historial no ayuda: pasó fugazmente por el Congreso local, donde terminó en conflicto con la diputada Nora Escamilla por presuntos malos manejos de dinero.
Ahora, su gestión en Morena parece destinada a la inoperancia, con compañeros que ya manifiestan que no puede ni con los viáticos. Pero ella solo dice que esta para lo que su “jefe Pala” -es decir, Samuel Aguilar Pala, el secretario de Gobernación- le diga.
El caso de Siyancan Peregrina es aún más delicado. Como aquí ya se ha reseñado, su historial en Xoxtla, donde se le señalan desfalcos millonarios, la pone en una posición incómoda. Y en un partido que necesita operadores eficientes y sin escándalos, su presencia es más un lastre que una ventaja.
Carlos Hernández, otro de los cuadros clave, responde más al senador Ignacio Mier Velazco que a Alejandro Armenta. Su presencia en Morena como secretario de Derechos Humanos no es tanto para fortalecer al partido, sino para construir una estructura alterna que, eventualmente, servirá a los intereses de Mier, aunque este hace unos días haya ido a ver al gobernador para jurarle y perjurarle que no, que jamás se empezaría “a mover” sin la autorización de su primo hermano.
Es cuestión de tiempo para que los singulares movimientos de Hernández generen un conflicto interno y como siempre Nachito se desline del problema, y desconozca a quienes llama “amigos”.
Otro caso es Wendoline Aguilar, a cargo de la Secretaría de Formación y Capacitación Política, quien pasó de ser una fiel barbosista a convertirse en una crítica abierta de quienes no le dieron el cargo que quería. Su discurso ha cambiado según su conveniencia, y ahora se vende como la gran operadora, cuando en realidad su único logro ha sido generar descontento en varios alcaldes que han denunciado que se les ha acercado pidiendo que monten eventos para el partido sin garantizarles ningún garantía de pago: ¿será que ella los cobrará?.
Su protagonismo en redes sociales no es proporcional a su capacidad operativa, y si algo ha dejado en claro es que su lealtad no es firme: así como traicionó a sus anteriores jefes, lo hará con esta administración en cuanto no le cumplan lo que espera.
Arturo Graciel, por su parte, es un personaje que ha sabido moverse en las sombras. La verdadera motivación del secretario de Organización no es fortalecer al partido ni al proyecto de la 4T, sino utilizar las siglas de Morena como una plataforma para sus negocios en San José Chiapa y la región.
Su permanencia dentro de la estructura es más una estrategia de autoprotección que un compromiso real con el partido. Mientras pueda seguir operando sin llamar demasiado la atención, lo hará, pero en cuanto las circunstancias cambien, buscará la manera de acomodarse donde más le convenga.
Finalmente, está Isabel Martínez Peñuñuri, secretaria de Comunicación, de la que hay poco qué decir. Sólo que se trata de una cuota negociada sin impacto visible.
Un futuro incierto para Morena Puebla
Los primeros 100 días de Alejandro Armenta han evidenciado que su mayor reto no está en la oposición, sino dentro de las propias filas de Morena.
La falta de cuadros operativos eficientes, las agendas personales de algunos actores clave y la incapacidad de consolidar una estructura leal y funcional, amenazan con minar los avances logrados hasta ahora.
Si el partido no logra limpiar su estructura de cuotas inútiles y personajes que sólo buscan beneficio propio, el proyecto de la 4T en Puebla podría quedar en riesgo.
Morena Puebla necesita de apoyo político real que ayude al partido, al gobernador y a la presidenta Estatal a la continuidad del proyecto transformador en el estado.
Porque dos cosas -ambas de la máxima relevancia- deben recordar:
La primera: la fuerza política y electoral de la 4T no es eterna.
La segunda: nadie gana -nadie puede ganar- todo siempre.