No hay duda que la vorágine política y social que ha vivido Puebla en los últimos años, consecuencia de la desgracia, el escándalo y de sucesos fatídicos para su clase política, en particular, ha sido como para volverse locos.
Y es que todo esto acarreó una muy mala racha para la entidad, la cual estaba sumida en la inestabilidad en todos los ámbitos, particularmente en el desarrollo y crecimiento que había logrado después del 2010.
Porque digan lo que digan el gobierno morevallista le vino a dar a Puebla la imagen de un estado próspero, el cual por fin había entrado en una etapa de transición, renovación y modernidad para bien de sus habitantes.
Atrás había quedado el cacicazgo agónico de un régimen -el priista- que había gobernado el estado por más de 70 años, por lo que cualquier cambio para los poblanos parecía un respiro de aire puro.
A pesar de la polémica, la administración morenovallista había logrado construir museos, atractivos turísticos, puentes, nuevas vialidades, un tren, nuevos espacios deportivos y había implementado un nuevo estilo de gobernar.
Eso sí, el huachicol, entre las cosas malas, se había disparado.
Sin embargo, los índices de violencia no estaban tan altos y desbordados como ahora.
Se registró, entonces, la muerte de los exgobernadores, Marta Erika Alonso Hidalgo y Rafael Moreno Valle Rosas, aquel negro 24 de diciembre de 2018.
Antes, en la elección de aquel año, Marta Erika se había impuesto como ganadora de los comicios al gobierno, por lo que asumió el cargo apenas 10 días después de disputado y cantado oficialmente el resultado a su favor.
Empero, tras el deceso de los Moreno Valle es Jesús Rodríguez Almeida, quien era secretario de gobernación, el que asume el cargo como encargado de despacho por espacio de un mes.
Posteriormente, Guillermo Pacheco Pulido es designado gobernador interino, por parte de Congreso del Estado, y por espacio de seis meses, a fin de convocar a nuevas elecciones para volver a elegir mandatario.
Fue entonces como Luis Miguel Barbosa Huerta, entonces candidato de Morena, se hace de la gubernatura del estado, ya en una elección extraordinaria en 2019, y reaparece en escena.
Hasta ese momento, Puebla ya había sido gobernada, desde 2010, por seis mandatarios (Rafael Moreno Valle, Tony Gali -con la mini gubernatura-, Martha Erika Alonso, Jesús Rodríguez, Guillermo Pacheco y Miguel Barbosa).
Evidentemente, el peor momento para el estado se dio con el barbosismo porque también se vino la pandemia.
Así que Puebla entró en un momento de terror, porque se gobernaba desde una oficina y una silla, además que el desarrollo y crecimiento que se había logrado con el morenovallismo se estancó y hasta desapareció.
Se persiguió y encarceló a los enemigos del barbosismo, a la prensa se le castigó, se le amenazó y se le trajo a raya.
Barbosa ganó la elección extraordinaria del 2019 por casi 175 mil votos de diferencia a Enrique Cárdenas Sánchez, candidato del PAN; y por más de 400 mil sufragios a Alberto Jiménez Merino, representante del PRI.
Sin embargo, en aquella elección apenas participaron un millón 532 mil 589 ciudadanos, es decir, casi un millón 360 mil personas menos que en las elecciones de 2018, cuando el Tepjf le otorgó el triunfo a Marta Erika Alonso.
Ya en el gobierno, Barbosa se dedicó a odiar públicamente al morenovallismo, a sus exfuncionarios, excolaboradores, así como a tratar de eliminar la imagen de su gobierno y a borrar todo lo que le recordar a esa administración.
Se olvidó de gobernar para todos, de realizar obra pública eficiente y eficaz, de atacar la corrupción y la inseguridad, y se dedicó a administrar el estado con un grupúsculo que se regía mediante chismes y trascendidos.
Así, a Miguel Barbosa lo alcanza la muerte en diciembre de 2022, por lo que Ana Lucía Hill Mayoral, es nombrada por unas horas, como encargada de despacho. Ya posteriormente, surge el actual gobernador poblano, Sergio Salomón Céspedes Peregrina, quien asume el cargo ya en el último tramo de la actual gestión.
Es a partir de ese momento que Puebla vuelve a levantarse, a respirar con tranquilidad y a dejar atrás la división, el encono y el gobierno del terror.
Céspedes, por supuesto, es el mandatario de unidad, la paz y tranquilidad, además rescata los espacios abandonados por el barbosismo, empieza a realizar obra y promete ser el gobernador que impulsa y beneficia a la educación en Puebla.
Lo único malo, es que al estado, en el último tramo del gobierno, le ha costado mucho
trabajo mantener la seguridad y erradicar la inseguridad.
En Puebla ya se necesita una nueva y urgente estrategia para garantizar el bienestar de los ciudadanos, pues siguen los asesinatos, los narcomensajes, el feminicidio, las emboscadas, los ataques a candidatos y toda clase de actos que atentan contra la paz social.
Si bien en la entidad ahora contamos con espectáculos de primea calidad, con beisbol de lujo, con una feria de las mejores del país, con obras y proyectos grandes, estamos quedando a deber en el tema de la seguridad.
Así que la estrategia en el gobierno debe cambiar para poder mejorar.
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Sobre todo porque Puebla debe ser un estado en calma, sin tantos contrastes.