En la pasada entrega explicamos por qué la memoria de las emociones es mucho más poderosa que la memoria cognitiva. Decíamos, también, “en la reciente elección de Milei, presidente de la República Argentina, hace dos años ni partido político tenía y ahora es el presidente, tenemos un claro ejemplo de cómo las emociones son tan poderosas. El resto será otra historia y por supuesto que analizaremos esa elección”, también una frase que viene ad hoc, prestada del estratega internacional Fernando Dopazo: “Cuando un bufón se muda a un palacio no se convierte en rey”.
La ciudadanía argentina se ha caracterizado por una alta participación ciudadana en la democracia electoral, en la política y en el ejercicio de los gobiernos. Esto sumado al buen nivel de escolaridad y sus métodos de enseñanza para el aprendizaje. Siendo así, uno podría pensar ¿cómo pudo la población de Argentina elegir a Milei?
La elección no fue fácil para el líder de La libertad avanza, Javier Milei, pues en la primera vuelta la diferencia de votación entre él y el otrora candidato de Unión por la patria, Sergio Massa, quien era el secretario de Economía del expresidente Alberto Fernández, fue del 6% por lo que tuvieron que irse a una segunda vuelta en la que Milei ganó por poco más de 10 puntos. El porcentaje del triunfo pareciera alto. Sin embargo, si uno analiza el contexto la polarización en el país de Sudamérica se reflejó en sus elecciones presidenciales.
Una de las aristas del contexto de esas elecciones a presidente de la República fueron que Argentina tiene poco más del 200% de inflación económica; como en todos los países, y principalmente los de América Latina, el desempleo se agravó por la pandemia. La gente en general, no solo en aquel país, comenzó a volverse intolerante ante sus gobiernos, el humor social que dejó la pandemia fue de incertidumbre, así como una emoción colectiva de hartazgo e ira.
Quizá eso explique que Argentina haya elegido a un presidente que no tenía una carrera política, tampoco pertenecía a un partido político pero logró (como muchos otros líderes de América Latina) conectar y exacerbar esa emoción colectiva de ira respecto a la situación particularmente económica. Y logró con discursos extremos hacerse del triunfo. Y es que la memoria de las emociones siempre es mucho más poderosa que la memoria cognitiva. Desafortunadamente la emoción que moviliza a las masas es la ira, por eso los discursos de polarización tienen tanta penetración en la memoria de las emociones, porque la información se procesa solo a través del pensamiento básico.
Quienes han vivido o leído el mundo político a partir de los años 1960 no pueden (podemos) dar crédito a los líderes sui géneris que tenemos actualmente, no hay teoría ni tomos del Capital que alcancen para dar explicar la política actual. Pues no, no la hay. Quizá porque queremos explicárnoslo desde la izquierda, centro y derecha. Ya no hay ideologías políticas, habrá que empezarse a explicar el mundo más desde la posmodernidad que recién le llegó a América Latina (en fin, a los países en vías de desarrollo siempre nos llega tarde todo) en la era de la inmediatez también.
Milei será un caso exquisito para explicarnos lo que ocurre en AL, o lo que podría ocurrir en los demás países, imaginemos que Argentina, por su alto grado de participación ciudadana y en el interés de hacer política en lo colectivo, tiene años de ventaja (por llamarlo de algún modo) sobre el resto de los países de AL y si no, acordémonos de los cacerolazos que derrocaron a De la Rúa hace más de una década. Así que ojo, líderes de cascarón y oropel, a Milei en mes y medio de mandato le ha tocado su primer paro nacional, que no es como el caso de los cacerolazos, pues el paro nacional si bien involucró la participación ciudadana, muchos fueron sindicatos que no necesariamente participan por iniciativa propia. Veremos.