Todos los seres humanos, sentimos emociones, las cuales son inherentes a nuestra especie. No hay un solo ser humano que escape de ellas, más allá de su condición socioeconómica, política e incluso ideológica.
Las ideologías pueden cambiar, la forma de combatir o de luchar por alcanzar una utopía también pueden cambiar de acuerdo al contexto social, económico y político. Pero, la rabia, el enojo, el entusiasmo, la dicha, al luchar por una utopía, eso no cambia, puede cambiar la utopía, puede un ser humano luchar por un mundo como lo imaginaba Marx o por un mundo como lo imagina Elon Musk. El entorno cambia, los ideales cambian, las metas cambian, pero las emociones siempre son las mismas.
Por lo tanto, si uno tiene la capacidad de leer, saber e interpretar las emociones colectivas puede hacer la mejor estrategia política. Puede entonces crear, innovar y ejecutar estrategias de comunicación política para campañas electorales y/o gobiernos; porque la ComPol no solo es para campañas electorales, también sirve en la comunicación de gobiernos.
Todo lo que involucre comunicación para masas debe estar estructurado y ejecutado bajo la lupa de la Comunicación Política. Porque en política, la percepción es realidad.
Percibimos en fracción de segundos, a través de todos nuestros sentidos y generamos una emoción que, si es muy fuerte, quedará grabada en nuestra memoria, así percibimos los seres humanos.
A la ciencia más exacta, las matemáticas, no le alcanza para tener una ecuación perfecta de medición de las emociones colectivas, las encuestas, por ejemplo, son una radiografía del momento porque miden lo tangible en el instante exacto en el que se le pregunta a una persona. Las mediciones cualitativas, en cambio, miden lo intangible: las emociones colectivas, el humor social, y estas no duran un instante, se adentran en la psique, en el imaginario colectivo.
Una vez que una Representación Social (término acuñado por el psicólogo social Serge Moscovici) se ha creado, la probabilidad de que cambie en un instante es poca o nula.
Entonces, ¿cómo creamos una fórmula perfecta de estrategia?
Midiendo las Representaciones Sociales, que no son más que la percepción social de la realidad para generar estrategias adecuadas para comunicar de manera efectiva y eficaz, y generar una representación social de un partido político, una candidata o candidato, una institución, una figura pública-política, un gobierno.
La memoria de las emociones es mucho más poderosa que la memoria cognitiva.
En la reciente elección de Javier Milei, presidente de la República Argentina, quien hace dos años ni partido político tenía y ahora es el presidente, tenemos un claro ejemplo de cómo las emociones son tan poderosas. El resto será otra historia y por supuesto que analizaremos esa elección para la siguiente entrega, con un título robado, prestado de mi admirado Fernando Dopazo: “Cuando un bufón se muda a un palacio no se convierte en rey”.