Los panistas poblanos son como Gutierritos, ese emblemático personaje de las telenovelas mexicanas de los años sesenta: agachones y ladinos.
Dicho paria era víctima de su esposa y de sus jefes, pero en la oscuridad, cuando nadie lo veía, escribía ridículas y cursis novelitas.
De ahí su apodo: Gutierritos.
Nuestros Gutierritos ni siquiera pueden aspirar a escribir porque su analfabetismo funcional se los impide.
Hasta tuitean con faltas de ortografía.
Y son Gutierritos, porque Rafael Moreno Valle los humilló hasta el cansancio.
Vaya: hasta celulares les lanzó con singular alegría.
Y más: los sodomizó como el Llanero Solitario a Toro.
¿Qué dijeron entonces?
Ni una palabra.
Ni una queja.
Todo se tragaron con republicana sumisión.
Fue él quien los volvió agachones y ladinos.
Disculpe el hipócrita lector este prólogo, pero era necesario situar a los personajes de esta columna en su justa dimensión.
En la mañanera de este lunes, el gobernador Miguel Barbosa Huerta criticó el destape que Marko Cortés —dirigente nacional del PAN— hizo de Eduardo Rivera y Pérez —el empleado del mes del Yunque que cobra como alcalde de Puebla— y lo ubicó como un acto anticipado de campaña.
Y más: dijo que los recorridos que éste hará por la entidad —a los que lo conminó el propio Cortés— ya están metidos en la camisa de la ilegalidad.
El gobernador también asentó que, salvo la noche del Grito, no volverá a compartir escenario con Rivera y Pérez debido a que éste ya está metido de cabeza en los citados actos adelantados de campaña.
En ese contexto, el gobernador criticó de paso los dichos patéticos de Augusta Díaz de Rivera, dirigente estatal del PAN.
Y todo lo hizo dentro de los parámetros de la crítica política.
Nada, pues, que rebase la norma y se convierta en violencia política de género.
¿Qué hicieron los panistas en respuesta?
Se pusieron en modo Gutierritos.
Es decir: agachones y ladinos.
No sé a quién se le ocurrió exigirle —vía Twitter— al gobernador que tenía que disculparse por las ofensas proferidas en contra de Díaz de Rivera.
El colmo fue cuando la diputada local Mónica Rodríguez Della Vecchia juzgó inaceptable que el gobernador “se exprese de esa manera tan baja de una mujer”.
Escuché una y otra vez el fragmento dedicado a los panistas y no hallé por ningún lado ofensa alguna.
Lo que sí oí fue un relajante ejercicio crítico e irónico dedicado a personajes que viven de la política.
El excesivo escrutinio sobre lo que un político diga cada vez que se refiere a una mujer —política también— ha caído en lo grotesco, pues convierte un ejercicio irónico en un ataque por razones de sexo.
Qué visión tan aldeana, y qué traducción tan grotesca.
A Moreno Valle le aceptaron todo: humillaciones, gritos, sombrerazos.
Y sin chistar palabra.
Hoy que son incapaces de entrar en el debate al que el gobernador convocó, recurren a un victimismo ramplón y hasta simplista.
¡Dignidad, caray!
¡Filosofía!