No es novedad que los peces gordos de la política mexicana intenten influir y tener presencia en Puebla.
Todos conocemos a algún “operador, pariente, ahijado o discípulo” de quienes hoy se sienten amos y señores de Morena en el país; aquellos que rondan las esferas políticas poblanas alardeando de su cercanía con altos mandos, presumiendo relaciones o misiones encomendadas por sus supuestos “jefes políticos”.
A estos personajes habría que creerles menos de la mitad. Su “proximidad” a los líderes nacionales suele basarse únicamente en una fotografía casual de algún evento multitudinario, nada más.
En Puebla, estos individuos han proliferado en el último año y medio, como la espuma.
Todos se declaran cercanos a las figuras locales del partido; todos prometen llevarte a la primera línea de batalla si aportas tu estructura, tus recursos o tu conocimiento. A cambio, aseguran, la jefa o el jefe estará eternamente agradecido y, desde luego, te garantizarán un puesto clave en la administración.
Muchos han caído en la trampa de estos espejismos.
Pero hay un caso, en particular, que sobresale.
Se trata del sobrino incómodo del renombrado luchador de la izquierda mexicana, Alejandro Encinas.
Todos los enterados coinciden en que, más allá de las selfies que ha subido a sus redes sociales, la relación entre el secretario de Planeación y Ordenamiento Territorial del Gobierno de la Ciudad de México y su sobrino Diego Encinas es tan inexistente como un unicornio.
Sin embargo, esa falta de conexión familiar no es algo que muchos en Puebla sepan (esperemos que ahora lo sepan) y varios actores políticos locales se han dejado engañar por las promesas de este joven que carece tanto de trayectoria laboral como partidista en el estado, pero que, gracias a su labia convincente, ha logrado hacer caer en sus redes a figuras como el derrotado Víctor Correau Galeazzi.
Galeazzi llevó a Diego Encinas como “gran operador” de su campaña; en cada foto y evento resaltaba su presencia, e incluso lo incluyó en su planilla.
Todo indica que Diego Encinas le vendió la idea de que usaría sus “influencias” con su famoso tío para ayudarlo a ganar, exigiendo a cambio posiciones o negocios en el municipio de San Andrés Cholula, donde él se presentaba como “el enlace de los Encinas en Puebla”.
Diego Encinas también fue responsable de humillar y avergonzar a la hoy diputada local Nay Salvatori, cuando en campaña compartió un video satírico sobre la inseguridad en el transporte público, un tema sensible que afecta a miles de poblanos.
Aunque, fiel a su conocido estilo, Salvatori intentó sacarle provecho al video, en los cuartos de guerra de Morena fue imposible pasar por alto la torpeza de un error tan novato, que terminó golpeando la imagen general del partido.
Este tipo de incidentes no son aislados. Muchos otros ejemplos saldrán a la luz en futuras entregas.
Basta con revisar las redes sociales del joven Encinas para ver cómo deambula de evento en evento dentro de las esferas de Morena estatal, acercándose a la dirigencia, a futuros miembros del gabinete, a alcaldes en funciones y a líderes sindicales, abriéndose paso y explotando un apellido respetado en México para obtener —si no lo ha hecho ya— beneficios económicos, simplemente por el título de “sobrino de”.
A quienes estén considerando aliarse o creer en Diego Encinas, les advierto: este joven es hijo de Ernesto Encinas, un personaje que traicionó abiertamente al movimiento de Morena en la elección pasada, sumándose públicamente al proyecto del panista Santiago Taboada y arrastrando el apellido familiar al escándalo.
Si este es el ejemplo en casa, no sorprende que Diego siga el mismo camino. No en vano, se sabe que otro de sus hermanos tuvo que huir de Michoacán tras presuntamente defraudar a constructores, pidiéndoles dinero a cambio de promesas de contratos de obra pública que nunca se materializaron.
¿Estará esta familia repitiendo el esquema en Puebla?
Tal vez habría que advertir a los líderes del partido en el estado -en especial al hoy gobernador electo, Alejandro Armenta Mier– y a quienes están por asumir cargos públicos que la “cercanía” y “operatividad” de Diego Encinas, son puro humo. Más de uno podría acabar colgado, perdiendo su dinero, por intentar “quedar bien” con su tío.
Con todo esto en mente, cabe preguntarnos: ¿De verdad existen los tentáculos de Alejandro Encinas en Puebla, o estamos simplemente ante un joven astuto que se dedica a embaucar a los políticos aldeanos?