Primer acto:
Sanjuana Martínez inicia el sexenio de la 4T como una feligresa leal y comprometida al frente de la agencia mexicana de noticias: Notimex.
Segundo Acto:
Lejos de solucionar los conflictos que encontró en dicha agencia, encendió un cerillo, lo cruzó con una estopa con gasolina y generó un incendio brutal.
Tercer acto:
Sanjuana Martínez rompe con la 4T y revela –a través de La Jornada– supuestas extorsiones, cosa que afecta gravemente a Claudia Sheinbaum, candidata de Morena a la Presidencia de México.
En otras palabras: encendió un cerillo, lo cruzó con una estopa con gasolina y generó otro incendio brutal.
Sus amigos de antes –todos comprometidos con la 4T– eran El Fisgón –Rafael Barajas– y Pedro Miguel, dos de los más conspicuos comisarios stalinistas del presente.
Hoy, quién lo dijera, se han vuelto sus enemigos.
Jenaro Villamil, director del sistema de radio y televisión, también pasó de ser amigo a enemigo.
Sanjuana dejó de ser compañera de ruta para convertirse en una traidora.
(Hoy más que nunca se impone leer algunas novelas que retratan los castigos infligidos a los enemigos del stalinismo a manos del terrible Lavrenti Beria).
En el fondo, Sanjuana está siguiendo la misma ruta de Carmen Aristegui, quien pasó del colaboracionismo a la traición.
Qué peligrosa y surrealista es la palabra “traición”.
Y qué fácil suele ser utilizada para descalificar a los enemigos del régimen.
Todos los días nos amanecemos con purgas de toda naturaleza.
Dos de las más recientes tienen que ver con las caídas de Omar García Harfuch y Ernestina Godoy.
La hoy exfiscal traicionó al grupo de Sheinbaum y sumó su apoyo a Clara Brugada en la puja por la candidatura de Morena a la Ciudad de México.
Su caída en el Congreso capitalino es consecuencia de aquella traición.
En ese contexto, destaca una grabación telefónica en la que Martí Batres, jefe de Gobierno de la Ciudad de México, hace una crítica severa a la “compañera Claudia” (Sheinbaum).
La llegada de Lenia Batres a la Corte ya envalentonó a Martí, quien ya se siente dueño de las canicas en el centro del país, por encima de Sheinbaum.
Todo esto quedaría meramente en el plano surrealista de no ser porque vienen las elecciones de 2024.
Estos grupos complotistas buscan –cada uno por su lado– algo más que un nuevo triunfo de la 4T.
Son los fanáticos enloquecidos de una guerra Santa.
Quieren posiciones a como dé lugar y a cualquier costo.
El riesgo es enorme.
Sobre todo, en el contexto arriba señalado.
En Puebla hay polvos de aquellos lodos.
Es decir: gente que antepone su proyecto personal al proyecto de la 4T.
Y quieren todo… para ellos.
No les importa el cómo, les importa el qué.
Surrealismo puro.
Stalinismo a secas.
Unos dicen que el día está soleado.
Otros dicen que hay una lluvia brutal.
La única alternativa viable es abrir la ventana y descubrir qué está pasando realmente.
La duda mata.
¿Quién abrirá esa ventana?