Alimentados por los rumores, los intereses abiertos o encubiertos, las ambiciones desmedidas, las falsas percepciones y hasta la maledicencia propia y ajena, 2023 estuvo lleno de mitos político electorales que, para bien o para mal, marcaron el rumbo de la clase política, la iniciativa privada, los medios de comunicación y ciertas franjas de la sociedad eternamente susceptibles de caer en las diabólicas trampas de las medias verdades o las mentiras completas que, como todos sabemos, abundan en Puebla.
Aquí recupero, sucintamente, cinco de los muchos mitos que políticamente caracterizaron un año fundamental para entender –o tratar de entender– el no menos importante 2024.
1. “El legislador más cercano a AMLO”
¿Cuántas veces nos dijeron que Ignacio Mier era el diputado federal “más cercano” al presidente de México? ¿Cuántas veces no escuchamos tal aseveración, como un acto de fe? ¿Y que eso, que no lo tenía otro sino él, no solo le garantizaba acceso y comunicación permanente con Andrés Manuel López Obrador, sino sobre todo la candidatura de Morena a la gubernatura, ese vellocino de oro tan disputado?
Entre otros errores, Mier apostó todo –y todo es todo– a su supuesta relación con el “Gran Elector” y resultó que “El Gran Elector” tenía otros planes –y otras sensaciones y otras percepciones– y tomó otras decisiones.
Fueron las encuestas, y no la real o falsa cercanía con el huésped principal de Palacio Nacional, el factor de peso que inclinó la balanza a favor del senador Alejandro Armenta en la guerra civil vivida a lo largo de más de un año en Morena Puebla.
Seguramente Ignacio Mier sí era cercano a AMLO, dada su posición de coordinador legislativo en San Lázaro, pero no “el legislador más cercano a AMLO”, como se promocionó hasta el cansancio, pues eso no se reflejó en los hechos.
Y o se creyó su propia mentira –una mentira extendida– o fue víctima de una traición en toda regla de su “amigo”.
De aquel “amigo” que juró nunca de los nuncas, “nuncamente”, lo traicionaría.
Como Germán Sierra en su tiempo y momento, Ignacio Mier se quedó esperando la “pinche señal”: Sierra de Melquiades Morales, Mier de López Obrador; pero la “pinche señal” nunca llegó… y el resto de la historia todos las conocemos a la perfección.
2. “Está vetado por AMLO”
“No lo quiere AMLO”… “No lo puede ver ni en pintura”… “Apenas si lo ubica por su nombre”… “Lo ve mal porque también ve mal y desconfía de (Ricardo) Monreal”… “No lo ha recibido ni una sola ocasión en privado en Palacio”… “No lo ha invitado a desayunar tamales de chipilín”… “Lo menosprecia por su pasado marinista”…
Tales fueron las afirmaciones que pulularon durante meses en el “círculo rojo” para fundamentar el mito de que Alejandro Armenta podría estar –como siempre estuvo– en el primer lugar de las encuestas, pero sin el visto bueno de López Obrador, nunca sería el candidato de Morena a la gubernatura.
Todo empezó desde aquel día que se construyó la narrativa de que Armenta se había negado a ceder la Presidencia del Senado, misma que AMLO quería para Higinio Martínez como parte de las negociaciones internas en Morena para terminar de amarrar el proyecto de Delfina Gómez en el Estado de México.
“A un presidente nunca se le dice que no y Armenta le dijo que no”, se dijo desde entonces, como una sentencia inapelable.
Alejandro Armenta y su equipo, sin embargo, le dieron la vuelta a la situación: primero, cortándose a tiempo (muy a tiempo) el cordón umbilical que lo unía a Ricardo Monreal y, segundo, echando a andar un fina operación política y de relaciones públicas –casi de relojería– para ganarse el ánimo y la simpatía del lopezobradorismo duro, el de Palacio Nacional, el que realmente pesa, a través de personajes clave y muy cercanos al Presidente (como Jesús Ramírez Cuevas, Luisa María Alcalde Luján, etcétera.) y sobre todo a Claudia Sheinbaum.
No, Armenta no solo no estaba vetado, sino que más pronto de lo que muchos pueden imaginarse, empezó a ganar puntos, a despejar cualquier clase de duda en torno a su lealtad y compromiso con la 4T, y sobre todo a ser visto como la mejor opción de Morena para Puebla por el mismísimo López Obrador.
La comunicación fluyó, las encuestas mandaron y decidieron, los mensajes fueron de ida y vuelta cada vez con más rapidez y claridad, y Armenta nunca necesitó de salir a decir que era “el senador más cercano a AMLO” para hacerse de la candidatura.
Ayudó sí, claro, que Claudia Sheinbaum nunca acabó de “tragar” –masticaba, pero no tragaba– a Ignacio Mier y que este, en un error de estrategia, menospreció a la clase política local y apostó todas y cada una de sus canicas a su “gran relación” con el Presidente, pero el senador nunca estuvo vetado en Palacio Nacional, donde siempre hubo quien abogara por él.
Incluso Adán Augusto López Hernández, quien empezó apoyando a Mier y terminó del lado de Alejandro Armenta –aunque este tema amerita una entrega en lo particular.
3. “No tendrá derecho de voto ni de veto”
Fueron muchos, de verdad muchos, quienes minimizaron el rol o el papel que jugaría el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina en el proceso interno de Morena para la candidatura.
Hasta sorprendía escuchar la ligereza con que se argumentaba que, por las condiciones y circunstancias en que se había convertido en mandatario del estado –tras la muerte de Miguel Barbosa–, el peso del primer morenista del estado iba a ser “chiquito”.
Se equivocaron.
Si alguien jugó con inteligencia y valentía…
Si alguien movió sus piezas con sabiduría…
Si alguien tuvo una influencia decisiva en la decisión final sobre el candidato a la gubernatura, ese fue Sergio Salomón.
El gobernador siempre cuidó los equilibrios, tanto en público como en privado, y nunca se abrió de capa, pero leyó mejor que nadie lo que estaba sucediendo y con movimientos nacionales y locales llenos de perspicacia, hizo valer su voz e hizo sentir su peso.
Para sorpresa de quienes estaban convencidos de que su participación solo sería testimonial o anecdótica.
No estoy diciendo que haya “puesto al candidato”, como sí lo hizo Rafael Moreno Valle y en dos ocasiones (Tony Gali y Martha Erika Alonso)…
No, de ninguna manera.
Pero Sergio Salomón, en los hechos, derrumbó aquel gran mito genial que corrió, de mesa en mesa, como si fuera una verdad incontrovertible.
4. “No le va a entrar a la gubernatura”
Por meses se afirmó que le apostaría a lo seguro, que no quería despeinarse, que no arriesgaría su futuro político, que el temor o el miedo a Morena lo paralizaría y que no, no le entraría…
Otra mentira completa (o verdad a medias): Eduardo Rivera sí será candidato a la gubernatura y lo será respaldado por una coalición integrada por PAN, PRI, PRD y PSI –al parecer Movimiento Ciudadano jugará para otro lado, aunque no sumado formalmente a ninguna alianza.
Durante mucho tiempo se especuló con la idea de que el alcalde de Puebla optaría por la reelección o por el Senado de la República, pues veía muy complicada la gubernatura y apostaría a lo seguro para él y para su equipo.
“No va a quemar sus naves”, se dijo hasta el cansancio.
Fue otro de los grandes mitos de 2023.
A diferencia de lo que muchos afirmaban, Eduardo Rivera siempre tuvo un Plan A y ese no fue otro que la candidatura a la gubernatura; sin embargo, siempre supo que el camino no era fácil, que dependía de múltiples variables, y que de él y solo él dependía en gran parte ir construyendo las condiciones que lo llevaran a concretar dicha candidatura.
Por eso se fue lento, paso a paso, sin lanzarse de bruces…
Fue el día de su segundo informe de gobierno, el pasado 15 de octubre, cuando todas las dudas al respecto se despejaron y el presidente municipal anunció: “Estoy listo, Puebla”.
Por cierto: no son pocos los analistas que aseguran que la decisión de Eduardo Rivera, la carta más fuerte del PAN para la gubernatura, aceleró muchas cosas y ayudó de cierta forma a que Morena optara por Alejandro Armenta, la carta más fuerte de Morena.
5. “Se van a dividir, se van a destrozar, se van a fracturar”…
Un escenario catastrófico, casi apocalíptico, se anticipaba para el día después de que Morena anunciara a su candidato a su candidata a la gubernatura de Puebla.
Todo mundo –y todo mundo es todo mundo– imaginaba a un partido dividido, enfrentado, roto y en guerra de guerrillas.
Por meses y meses se habló, escribió y hasta describió lo que pasaría en Morena Puebla.
“Si es Mier, Armenta se va a Movimiento Ciudadano”, se decía.
“Si es Armenta, Mier se va del partido y hará todo para que Alejandro pierda”, se afirmaba.
“Si es Claudia Rivera, todos y todas la van a dejar morir sola”, se juraba.
Pero no, no solo no sucedió, sino que lo que hemos visto es una exitosa Operación Cicatriz, encabezada por el virtual candidato Alejandro Armenta y el primer morenista del estado, el gobernador Sergio Salomón, en la que la generosidad de todos los actores ha sido evidente.
El viejo arte de tragar sapos sin hacer gestos, a su máxima plenitud.
La política no es un paraíso, no puede ser un paraíso, ni es un juego de niños, menos una kermés en la que todos los grupos conviven felices tomados de la mano, pero lo cierto es que todas las fuerzas han aportado, en mayor o menor medida, para que Morena Puebla no se rompa, como se pronosticaba.
Ha habido altura de miras y también obviamente negociaciones y reparto de posiciones de poder, que de eso justamente se trata la política.
He hablado con actores de todos los grupos y, a reserva de lo que se vea en la contienda constitucional, la unidad es de a deveras, no de dientes para fuera.
Al menos hasta hoy.
Alejandro Armenta sabe, y muy bien, que necesita de todos y de todas, y que estos son tiempos de sumar, incluso a quienes se la jugaron con otros perfiles o proyectos, o a quienes lo ofendieron en lo personal o atacaron tan brutal como burdamente; ya vendrá el tiempo de restar.
Pero esa, esa, como dice el clásico, es otra historia.
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Esta columna entra en un no sé si obligado, pero sí necesario receso de fin e inicio de año.
Valoro en toda su dimensión su lectura y compañía a lo largo de todo este sensacional 2023.
A los lectores, sin excepción, ¡gracias totales!
Mis mejores deseos para 2024, un año intenso y definitorio para Puebla y el país.
Nos reencontramos en enero.
Qué Dios reparta suerte –y bendiciones.
Un abrazo.