Aunque se han dado por los menos cuatro acercamientos públicos y privados entre los primos Alejandro Armenta Mier e Ignacio Mier Velazco, en los que se han jurado borrar diferencias y se prometieron que abonarán a la unidad de la 4T, muchos dudan de que el segundo de ellos, el coordinador de los diputados federales de Morena, realmente asuma una actitud de lealtad y colaboración a la campaña electoral de su pariente, quien es el virtual candidato morenista a la gubernatura del estado de Puebla.
Una prueba de ello es que se dice que personajes cercanos a Fernando Manzanilla Prieto, el principal operador político de Ignacio Mier, habrían empezado a buscar acercamientos con el panista Eduardo Rivera Pérez, el edil de la capital y quien se perfila a ser un duro rival de Armenta en la disputa por el gobierno de la entidad.
Fernando Manzanilla es quien maneja la enorme estructura electoral que Mier construyó a lo largo de 15 meses de actividades proselitistas y mediante una millonaria inversión, de la que hasta ahora se ignora cuál es su origen.
En esa labor se constituyeron –según el dicho de los organizadores– alrededor de 7 mil comités de base en todo el estado, formados principalmente por cuadros del PRI y del PAN que suponían que, por la vía de Morena, o mejor dicho de Nacho Mier, iban a ganar el poder político.
Muchos de los participantes de esa estructura, que son cabezas de grupos políticos, han quedado descobijados, derrotados, enojados, sin el sueño de que si Mier Velazco era el abanderado a la gubernatura ellos podían aspirar a ser candidatos a alcaldes, diputados –locales y federales–, regidores o hacer negocios con recursos del erario en el próximo sexenio.
Y en ese sentido, no sería difícil que esa frustración contenida de los seguidores de “Morenacho” ahora se canalice, desde el propio equipo del legislador federal, para que algunos o muchos de esos comités controlados por Manzanilla trabajen a favor del lado opuesto: la coalición formada por el PRI, el PAN y el PRD que tiene en Eduardo Rivera depositada su esperanza de recuperar el Poder Ejecutivo.
El esquema que se seguiría, dicen los enterados, es que públicamente Ignacio Mier mantendría –a lo largo de la campaña electoral que se avecina– una actitud de supuesta lealtad, disciplina y colaboración con el proyecto de la 4T de ganar por segunda vez la gubernatura de Puebla.
Pero por abajo una parte importante de la estructura electoral de “Morenacho” podría jugar a colaborar con la oposición, con el propósito de derrotar a Alejandro Armenta, quien ha sido el rival político de Mier a lo largo de los últimos 20 años, periodo en que se ha escrito una larga historia de enconos entre ambos personajes.
Si realmente se diera ese comportamiento, Mier no tendría nada que perder. El actual diputado federal tiene garantizado que va a ser el candidato –de la primera fórmula– al Senado de la República y que, pase lo que pase, va a ser parte del Congreso de la Unión en el siguiente sexenio. En el hipotético escenario de que Morena perdiera la votación estatal, él accedería a la Cámara alta por la vía de la primera minoría.
De ser cierta esta versión de que una parte del equipo de Manzanilla ya está buscando tejer alianzas con la oposición de Morena, es importante apuntar lo siguiente: Ignacio Mier y Fernando Manzanilla son expertos en llevar “un doble juego de poder” y no ser leales a las fuerzas políticas a las que pertenecen.
En el caso de Fernando Manzanilla es fundamental examinar lo siguiente: ha estado en el PRI, en el morenovallismo, en el PAN, en Movimiento Ciudadano –que antes se llamaba Convergencia Ciudadana–, en el Partido Encuentro Social y, en general, en la 4T.
Ante ello, es necesario preguntarse: ¿con quién está la lealtad de este personaje?, ¿cuál es su identidad ideológica?, ¿con quién ha durado más de tres años colaborando? La respuesta es muy sencilla: con nadie, siempre acaba distanciado de todo mundo y pasándose al bando contrario.
La primera vez que fue secretario de Gobernación en el sexenio de Rafael Moreno Valle Rosas y se retiró del cargo, antes de cumplirse el primer trienio, brotaron acusaciones mutuas de deslealtad.
Una segunda y tercera vez que fue secretario de Gobernación, en las gestiones de los mandatarios Guillermo Pacheco Pulido y Luis Miguel Barbosa Huerta, se destacó porque oficialmente era parte de la 4T, pero por otro lado formó un equipo de trabajo con cuadros del PRI, encabezado por Francisco Ramos Montaño, quien fue iniciado en el servicio público por el llamado “góber precioso”, es decir Mario Marín Torres, el personaje más deleznable en la política local.
Y al mismo tiempo en que Manzanilla era uno de los cuadros más relevantes de la 4T, formó una alianza –no pública– con el sector morenovallista del PAN, encabezado por Genoveva Huerta Villegas y Eduardo Alcántara Montiel, bajo la idea de que si no lograba –en el largo plazo– convertirse en candidato a alcalde o gobernador de Puebla por la vía del movimiento obradorista, lo iba a intentar por el albiazul.
Ignacio Mier antes de ser diputado federal de Morena tuvo su principal cargo público en las filas del PRI, cuando fue secretario general del Ayuntamiento de Puebla –en el trienio de 2005 a 2008– y el edil era Enrique Doger Guerrero, mientras que Mario Marín ocupaba la titularidad del Poder Ejecutivo.
Esos tres años se caracterizaron por algo peculiar: Mario Marín y Enrique Doger eran las dos principales figuras del PRI poblano y aunque aparentaban cordialidad, respeto y colaboración, en realidad se detestaban mutuamente y cada uno de ellos hacia hasta la imposible para desestabilizar a su contrincante priista.
La relación ya era mala desde que eran candidatos en el proceso electoral de 2004. Aunque caminaban juntos y hacían campaña unidos, cuando coincidían en la capital, se sabe que de los dos –cada vez que podían– intentaban hacer fracasar a su compañero de partido.
El trato entre ambos entró en su peor deterioro cuando a Mario Marín le cayó el escándalo del llamado Lydiagate, que hundió para siempre su carrera política.
En ese momento crítico, en lugar de que Marín encontrara respaldo del alcalde de la capital, por lealtad de que eran los principales líderes del PRI, descubrió que Doger abonaba la idea de que el mandatario estatal fuera destituido como cabeza del Poder Ejecutivo y él se ofrecía a ser un posible gobernador interino.
¿Quién era el principal asesor de Enrique Doger que lo llevó a adoptar mucho de ese comportamiento? La respuesta es sencilla: Ignacio Mier Velazco.
Por eso Alejandro Armenta debe entender que sus rivales en la contienda interna de Morena, es imposible que hayan cambiado en tan poco tiempo.