El Barcelona ganó 1-2 en Balaídos a un desafortunado Celta de Vigo, y aunque no ha perdido un solo partido de Liga como visitante, sigue, también, caminando hacia ninguna parte, sin saber a qué juega.
El triunfo del Barcelona llegó gracias a un penalti cometido por Fran Beltrán sobre Lamine Yamal en el tiempo añadido. Y lo hizo lanzando dos veces el penalti Robert Lewandowski, a quien Vicente Guaita le atajó el primero, pero se adelantó antes de que disparara el polaco, que no falló el segundo intento. 1-2 final en un partido, otro, terrible del todavía campeón.
Terrible porque no mostró absolutamente nada. Mal en la primera parte y casi peor en la segunda, el Barça sumó tres puntos sin dejar nada, absolutamente, para el recuerdo. Apenas verle defendiendo con todo en el desenlace, tras el segundo gol de Lewandowski, robando tiempo al tiempo y rezando por escuchar el pitido final.
Xavi, acaso pensando en el partido de Nápoles, solventó dar descanso de entrada a Ilkay Gündogan (el futbolista más utilizado esta temporada) y manteniendo a Andreas Christensen en el mediocentro, colocó a Vitor Roque en ataque junto a Lewandowski y Lamine Yamal. Si pretendía el entrenador darle más vértigo y rapidez al juego, sus jugadores le desmintieron casi de inmediato porque el fútbol del Barça fue, otra vez, plano. Muy plano.
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— FC Barcelona (@FCBarcelona) February 17, 2024
El gol, estupendo, de Lewandowski rozándose el descanso apartó del plano y mal disimuló la mediocridad de la primera parte de este campeón que virtualmente ya abdicó para repetir el título. Solo un remate de Lamine Yamal y su rebelión contra el orden establecido oculta la realidad de este Barça del que ya no hay noticias.
Si la primera mitad en Balaídos fue un sopor, la segunda fue casi un drama. Comenzó de la peor manera para él Barça con el gol de Iago Aspas y continuó sin ningún atisbo de mejora. Al contrario, ni el ingreso de Gündogan y Raphinha mejoró la imagen colectiva de un equipo roto, sin personalidad, sin energía ni ambición.