Críticos y analistas de la postulación del empresario José Chedraui Budib como candidato de Morena a la presidencia municipal de Puebla se han centrado en el riesgo que enfrenta el personaje por la molestia de los militantes duros de ese partido político, quienes, se asegura, eventualmente emitirán un voto de castigo en su contra.
Como consecuencia de este fenómeno, se agrega, el grueso de los electores que simpatizan con el partido del presidente López Obrador en la ciudad de Puebla realizará un voto diferenciado, suficiente para poner en peligro el triunfo de Chedraui Budib sobre su rival de la oposición, el panista Mario Riestra Piña.
El razonamiento cobra sentido en el contexto de los jaloneos que se dieron al interior de Morena durante el proceso de selección del candidato y de los perfiles de izquierda, autodenominados obradoristas, que resultaron damnificados en la contienda, pero no representa un asunto de verdadera preocupación en el cuarto de guerra del empresario.
Para Chedraui Budib, los únicos factores reales de riesgo fueron Claudia Rivera y Alejandro Carvajal, quienes quedaron desactivados al aceptar otras candidaturas –para ellos y sus aliados– y firmar acuerdos de paz ante testigos de relevancia como el gobernador Sergio Salomón Céspedes, el candidato Alejandro Armenta Mier e integrantes de la dirigencia nacional.
Según el análisis del empresario, que comparte su equipo de asesores, los electores que llevan tatuada en la frente a la 4T emitirán el sufragio a favor de su causa, independientemente de sus orígenes en el PRI y de su reciente ingreso a Morena.
Los defensores de esta hipótesis afirman que los morenistas auténticamente enfadados con su postulación son muy pocos, insuficientes para hacer la diferencia el próximo 2 de junio en las urnas.
La preocupación del candidato es otra, una en la que apenas han reparado esos críticos que insisten en detenerse a mirar lo que ocurre solo entre los morenistas fundadores.
Chedraui Budib ha dedicado una parte importante de su tiempo para explicar a amigos y conocidos, personajes importantes de la élite económica, política y social del estado, esos que en la generalidad son enemigos naturales de López Obrador y la 4T, cómo fue que incursionó en las filas de Morena para convertirse en su abanderado a edil.
El solo paso del PRI –hoy aliado del PAN– a Morena no iba a generarle a “Pepe” Chedraui apoyos automáticos en cascada nada más porque sí, por parte de aquellos hombres y aquellas mujeres que durante años compartieron causas políticas y económicas con él, sino al revés, podría provocar sorpresa, enojo y decepción, y por tanto, un irremediable rechazo a su candidatura.
Por eso había que explicar a todos estos personajes los motivos del cambio.
Justificar el éxodo hacia el partido político antagonista era (y es) una prioridad para conservar el respaldo de los viejos y poderosos amigos en el nuevo bando.
Eso ha hecho Chedraui en los últimos meses.
Desde que comenzó a ver cómo se configuraba su candidatura, incluso antes de hacerse oficial, el hijo de José Chedraui Alam comenzó a reunirse con empresarios, jefes eclesiásticos, rectores de universidades privadas y políticos de la era dorada del priismo, entre otros miembros de las esferas sociales privilegiadas, para decirles que no se iba a Morena como consecuencia de un arrebato, sino del bloqueo que padeció en la alianza opositora por parte del dirigente nacional del PAN.
En efecto, Chedraui culpa a Marko Cortés, presidente del CEN panista, de su partida.
Dice que fue el michoacano quien le cerró la puerta para competir por la candidatura a la alcaldía, con todo y que, añade, tenía los mejores números de potencial de voto entre los aspirantes del PRI y el PAN, incluido Mario Riestra.
Con esa narrativa, el virtual candidato de Morena se defiende de los señalamientos en su contra y trata de prevenir el alejamiento de sus antiguos y naturales aliados, aun en la 4T.
Eso es lo que ha mantenido ocupada una parte importante de la agenda del empresario-político-candidato, no esa supuesta indignación masiva de los lopezobradoristas que querían (otra vez) a uno de los suyos en el palacio municipal.
“Voy por Morena, pero sigo siendo ‘Pepe’”, es el mensaje que lleva de sí mismo.