No sé cómo empezar esta columna.
Hablar del cáncer de una persona cercana, a la que uno quiere y admira, no es cosa sencilla.
Alejandra Gómez Macchia, la Negra, enfrentó al cáncer hace unas semanas, y lo venció.
Ella, como buena anfitriona del mal, entró en las más diversas crisis.
Lloró mucho, se preocupó mucho —hay quien llora antes de preocuparse—, y terminó por enfrentarse a quien buscaba adueñarse de ella a través de sus células.
De entrada, un médico, amigo suyo, encontró cosas que no quería ver en un primer análisis.
Entonces decidió que tenían que hacerle una biopsia.
Ésta arrojó lo que la mirada del médico temía: había células cancerosas en su organismo tratando hacer lo que toda célula cancerosa practica: engañando al sistema inmunitario para seguir viva y multiplicarse.
Para existir, el cáncer necesita un organismo vivo, dice Christopher Hitchens en Mortalidad.
Y el organismo de Alejandra estaba más vivo que muchos.
Las células, pues, estaban engañando a su sistema inmunitario descaradamente.
Había que hacer algo.
Como buena novelista, ella vio un drama brutal donde había un drama en ciernes.
Es decir: en flor.
Alejandra entró en crisis.
Se replanteó toda su existencia.
Ingresó al inédito jardín de los senderos que se bifurcan.
Se llenó de dilemas.
La palabra cáncer se fue a vivir a su diccionario.
Mientras tomaba la decisión, las células cancerosas se expandían y multiplicaban.
Todo ese vértigo tocó piso cuando decidió no ser una buena anfitriona del mal que la aquejaba.
Con la ayuda de los médicos, le dio varias patadas al inquilino hasta echarlo.
Hoy enfrenta, sin embargo, una segunda guerra.
Y es que los médicos decidieron hacerle radiaciones para evitar sorpresas.
Y es que hay veces que, pasando los años, el inquilino haragán regresa con mayor beligerancia.
En esta guerra, Alejandra debe meterse al mar de la paciencia en lo que termina la función.
Gran lectora como es, se dedica a leer todos los días.
Una sonda va con ella a todos lados.
Moraleja: sale lo menos posible a la calle.
Eliot escribió que abril era el mes más cruel.
Para Alejandra, febrero y marzo lo han sido.
(Y una parte de abril también lo será).
Su vida nunca será la de antes (en el sentido humano de la expresión).
Algo cambia en nosotros después de una enfermedad.
Algo se mueve de lugar.
Lo que no se moverá ni cambiará será la vitalidad de esta mujer brillante, dotada brutalmente para la escritura, la pintura, la danza, la fotografía y la generosidad.
Hay, además, un mar de zapatillas en su casa en espera de su dueña.
Y qué decir de sus faldas y vestidos.
La Negra, señores, no está enferma.
Su cuerpo sólo entró en un receso necesario para seguir reinventándose.
Pronto volverá bailando chachachá.
Un extorsionador anda suelto. Si alguien le llama de este teléfono (+52 5612050100), cuidado: se trata de un extorsionador.
En los últimos días, el tipo se ha dedicado a exigir dinero a quienes tienen la mala fortuna de responderle.
Y lo hace de la manera más vulgar y soez.
Hay quien ya trabaja en identificarlo para mandarlo a la cárcel de Bukele.