Las palabras de Claudia Sheinbaum, próxima presidenta de México, fueron brutales:
“Son fundadores de Morena, pero no ganan una encuesta. Y hay otros compañeros que se acercaron hace poco, pero que sí ganan una encuesta”.
Los puñales fueron lanzados en Tehuacán, durante la rueda de prensa.
¿Qué caras pusieron Claudia Rivera y Nacho Mier, principales críticos de los recién llegados?
Rivera seguramente tragó sapos.
(Ese deporte nacional).
Nacho, en tanto (a la derecha de la candidata presidencial), iba a buscar algo en la bolsa del chaleco guinda y terminó llevándose la mano derecha a la nariz.
Lo curioso es que la doctora Sheinbaum se solazó en el tema y lo desgranó lenta y parsimoniosamente.
¡A tragar sapos, camaradas!
Por cierto: ¿Por qué la doctora Sheinbaum eligió Tepeaca en su paso por el estado de Puebla?
Evidentemente, por ser la tierra de origen del gobernador Sergio Salomón, con quien la candidata mantiene una relación de lo más cercana.
Do you speak náhuatl, licenciada?
Nadia Navarro no se despeinó ante la trama que desveló la farsa de su candidatura indígena.
Apeló, en consecuencia, a la legalidad.
Textualmente, dijo: “La candidatura está calificada como legal. Yo soy muy respetuosa de los procesos”.
Ajá.
Lo que no aclaró la candidata indígena a diputada federal es por qué no la conocen en El Molino, Zacapoaxtla, donde no solo están sus orígenes (indígenas) sino ha hecho –jura– trabajo social permanente, mismo que nadie ha visto.
(Do you speak náhuatl, licenciada?).
El otro candidato que enfrenta el desconocimiento del comisariado ejidal de El Molino, Néstor Camarillo, se limitó a enviar repetidos saludos (en español) a Hipócrita Lector.
Clashoska mati, licenciado.
(Traducción del náhuatl: “Muchas gracias”, licenciado).
A ver cuándo viene a echarse un tlikonexatol a la calli.
(Traducción: “atole de ceniza” a la “casa”).
Los gorilas de la marcha feminista
Me asombra que haya gente supuestamente informada que cada vez que hay una marcha se horrorice por la presencia de los infiltrados.
(Infiltrados: personajes rocambolescos que van por la vida con pasamontañas y un kit de plomería capaz de tumbar una valla metálica).
Desde la prehistoria, los infiltrados ya andaban en cuanta manifestación había.
Técnicamente, estos tipos nacieron con las protestas.
Paco Ignacio Taibo reveló hace unos días que hubo infiltrados del gobierno de Díaz Ordaz en la dirigencia del movimiento estudiantil de 1968.
De ahí para acá, para no hacer historia patria, esos personajes han infestado todo tipo de marchas.
Son parásitos que no hacen ruido.
(Pero destruyen lo que hallan a su paso).
Son terraplanistas, antivacunas y están convencidos de que Elvis Presley y Pedro Infante jamás murieron.
(De hecho, juran que ambos tienen una carpintería cerca de las Islas Marías, y que en sus tiempos libres cantan “Amorcito corazón” y “Suspicious minds”).
Este 8 de marzo, faltaba menos, aparecieron los famosos infiltrados en todas las marchas feministas.
El problema no es ése, el problema es cómo reacciona la policía ante sus provocaciones.
En un noventa por ciento de esas marchas, los uniformados hicieron lo que se debe hacer: contener a la infame turba sin soltar gases lacrimógenos o macanazos.
En Puebla, el ayuntamiento de los Yunques –cuyo gerente actual es Adán Domínguez (en sustitución de Eduardo Rivera)– respondió de la manera más estúpida –y violenta– posible.
Y lo que era una marcha llena de las más diversas consignas –e infiltrados–, terminó convertida en una reyerta.
Los “periodistas” (voceros a sueldo del Ayuntamiento que hacen un doble juego) publicaron en sus páginas web lo que querían Rivera y Domínguez.
Es decir: justificaron la respuesta salvaje de la policía municipal.
Y la justificaron como un acto razonable ante la irrupción de los infiltrados.
Para ellos –armentistas de día y lalistas de noche–, los uniformados no se excedieron y actuaron como lords ingleses en una cena de gala.
La realidad fue otra.
Y a todas luces fue excesiva.
La imagen, por ejemplo, de una chica detenida por varios uniformados, como si fuese un criminal, evidenció la fragilidad del protocolo de seguridad del Ayuntamiento.
La escena es indignante.
¿Quiénes son los culpables?
De entrada, el alcalde Adán Domínguez y su secretaria de seguridad, María del Consuelo Cruz.
(Ambos tendrían que pagar las consecuencias legales por autorizar a los uniformados a responder con violencia y estupidez).
¿Y qué declararon ante esto los espabilados candidatos del PRIAN, Eduardo Rivera y Mario Riestra?
Adivinó el hipócrita lector: culparon a los infiltrados con idénticas palabras.