“La política no se hace con santos”, ni tampoco con “exquisiteces”, sentencia el presidente Andrés Manuel López Obrador en su reciente libro ¡Gracias!, en donde abona a favor de la apertura para que personajes del PRI puedan ser candidatos de la izquierda, al sostener que el movimiento de lucha por la democracia no puede caer en el maniqueísmo de reducir como “buenos y malos” a quienes buscan una postulación en esta expresión ideológica, sino al final a los políticos se les debe juzgar de acuerdo a como actúan frente a las circunstancias específicas de defender principios a favor del pueblo de México.
Frente al intenso debate que hay en la 4T de Puebla entre quienes rechazan la llegada de priistas al movimiento obradorista y los que abogan por la apertura, vale la pena echarle una hojeada al libro que el mandatario ha escrito para despedirse del cargo de presidente de México, en donde hace una severa crítica a los líderes de la izquierda por considerarse dueños del movimiento y pensar que solamente pueden ser candidatos los que han sido parte de este.
Resulta interesante la lectura porque muchos de los activistas de Morena que se han pronunciado en contra de abrir la 4T a priistas, como José Chedraui Budib, o panistas como Miguel Ángel Huepa, parten de la idea de que están actuando al pie de la letra del pensamiento de López Obrador. Y eso no es así.
A esa conclusión se llega si se lee el capítulo 2, titulado “DIRIGENTE DEL PRD”, de las páginas 61 a la 65 del texto en cuestión.
Para hablar del tema de la apertura a priistas, López Obrador primero hace una interesante relatoría de como se logró que el actual senador morenista Ricardo Monreal Ávila se convirtiera –en los comicios de 1998— en gobernador de Zacatecas, luego de que dejó las filas del tricolor y se incorporó al Partido de la Revolución Democrática (PRD). En ese entonces el PRD apenas tenía una intención del voto del 5 por ciento en dicha entidad y con la llegada del zacatecano, la izquierda ganó una de sus primeras elecciones estatales.
Inicia el relato de esta manera:
“El caso de Ricardo Monreal es muy interesante. El presidente –Ernesto– Zedillo no quería que Monreal fuera el candidato del PRI al Gobierno de Zacatecas en la elección de 1998. Sin embargo, Ricardo tenía mucha aceptación en su estado natal. El enojo de Zedillo se había originado porque Ricardo acudió a la presentación del libro La neta II, escrito por la combativa periodista Manú Dornbierer, en donde hacía alguna crítica a la esposa del presidente. Ricardo fue acusado de promover el libro y fue hecho a un lado en el proceso de selección interna del PRI, partido en el que militaba”.
Posteriormente López Obrador cuenta como Zedillo le hace llegar un expediente de Monreal, en donde se decía que tenía vínculos con el narcotráfico. Tras una revisión del documento se llegó a la conclusión de que en realidad el presidente tenía miedo de que el zacatecano derrotara al PRI, lo que acabó ocurriendo. Y entonces el presidente sentencia: “en ocasiones lo malo para ellos es bueno para nosotros”.
En el afán de frenar el triunfo de Monreal –el día de los comicios– se ejecutó un fraude electoral, mismo que se frenó porque López Obrador logró obtener grabaciones telefónicas entre el siempre poderoso priista Emilio Gamboa Patrón y el periodista Jorge Fernández Meléndez, en donde se relata las trampas que se están aplicando.
Cuando ya habían cerrado las urnas se le hizo saber a Liébano Sáenz, entonces secretario privado de Zedillo, de la existencia de dicho material y eso provocó que se reconociera uno de los triunfos más valiosos para el PRD, en la época en que López Obrador fue el máximo dirigente de esta fuerza política.
Ante más apertura, mejor para la izquierda
Luego de narrar el periplo de Monreal para dejar el PRI, arribar al PRD y ganar la gubernatura de Zacatecas, López Obrador pasa a justificar porque se debe abrir la izquierda a actores provenientes del PRI, tras examinar si son personajes de fiar. Al respecto escribió lo siguiente:
“Con este ejemplo podemos ver qué tan importante es la postulación de candidatos externos. Cuanta mayor apertura, mejor. Cuando se lucha por hacer valer la democracia no es aceptable el maniqueísmo. Los políticos no se dividen entre buenos y malos; se distinguen, sobre todo, por su forma de actuar en determinadas circunstancias. Los fundadores del PRD no éramos los únicos con derecho a participar. Repetía y repetía: el PRD no es de nadie, no tiene dueño, es de todos. Es un instrumento de lucha al servicio de la sociedad. Entonces, no se trata de buenos o malos o de quién llegó primero. Esto tiene que ver con la congruencia. Puede tratarse de una persona que viene del PRI, pero al momento de tomar postura y empezar a actuar en el movimiento popular, en el movimiento de izquierda, tiene una actitud distinta. No se puede cuestionar o juzgar a priori, a rajatabla. Hay que cuidar los principios, pero debe concederse el beneficio de la duda”.
Lo importante, indica en la siguiente parte, es cerrarle el paso a la derecha neofascista:
“En la política hay que correr riesgos para avanzar. Es indispensable equilibrar principios con eficacia. Con más razón ahora, cuando existe una derecha neofascista y voraz, se requiere la unidad de todos los que nos situamos en el abanico de fuerzas progresistas. No estamos para ponernos muy exigentes, para exquisiteces, para decir: Este compañero sí, este no. Este tiene manchita, este otro no es puro. Así no se puede. La política la hacen hombres y mujeres; no se hace con santos. Por eso hay que tener una visión amplia y abierta para preservar lo fundamental y no fijarse nada más en lo accesorio”.
Se podría suponer que la reflexión la hace López Obrador únicamente sobre el momento en que le tocó dirigir al PRD. No es así, en la parte final aclara que la izquierda actual tiene que mostrar mayor apertura, al apuntar:
“En la actualidad debemos dejar de lado el maniqueísmo; debemos actuar con más apertura y saber distinguir quiénes son los aliados y quiénes son realmente nuestros adversarios, porque a veces nos confundimos. La izquierda tiene mucho de eso: se ensimisma y se pelea desde dentro como si esa fuera su misión principal. Por otra parte, hay quienes exageran a la hora de juzgar. Una apreciación común entre la gente era considerar que en nuestro partido de entonces había enfrentamientos permanentes entre grupos y corrientes; que los del PRD eran de lo peor. Aunque no fuera así, había, desde luego, diferencias y, obviamente, una lucha por posiciones políticas; sin embargo; en el PRD había gente muy responsable en los cargos directivos y ni hablar de los militantes, quienes en numerosos casos actuaban de manera heroica”.