Al igual que mucho poblanos, Obed Beltrán Sánchez partió hace aproximadamente dos años a Estados Unidos, con la ilusión y la firme convicción de trabajar incansablemente para ofrecer una mejor vida a su familia, sin saber que en el país vecino encontraría la muerte de una manera por demás inverosímil.
Ayer domingo, el cuerpo del poblano que se fue a la Unión Americana lleno de sueños y terminó siendo víctima del fuego cruzado en una riña de pandillas rivales en Nueva York, regresó sin vida a su natal Tehuacán, para recibir el último adiós por parte de sus seres queridos.
Muy temprano, poco después de las 8:00 de la mañana, el cuerpo de Obed llegó a Tehuacán para ser recibido por sus familiares, quienes entre lágrimas y recuerdos recibieron al joven que solo buscaba una vida mejor para ellos, y a quien dedicaron diferentes celebraciones eucarísticas que concluyeron con una misa en el lugar donde vivía antes de irse a Estados Unidos.
El último adiós
Este lunes, aún con las emociones a flor de piel, familiares, amigos y personas que conocían a Obed siguieron al cortejo fúnebre, entre música de banda y flores, hasta la Iglesia del Sagrado Corazón de Jesús, donde se realizó una misa de cuerpo presente.
Una hora después, el féretro en el que reposaba el cuerpo de Obed fue subido a una carroza, a la que abordó su viuda, Samantha Arellano, quien a la distancia y sin imaginarse lo que ocurría, acompañó a Obed en sus últimos instantes de vida.
Después de un breve recorrido, la carroza llegó al cementerio de la colonia Santiago, donde Obed Beltrán Sánchez recibió el último adiós de sus familiares y amigos, quienes lo recordaron como un hombre noble y amoroso, antes de ser sepultado.
La llamada funesta
Como cualquier otro día, Obed salió de su trabajo el pasado lunes 12 de febrero y, como cualquier otro día, llamó a Samantha, la mujer de su vida, para platicar con ella, preguntarle cómo estaba y, sobre todo, decirle cuánto la amaba.
Pero justamente cuando conversaban, la tragedia sobrevino en el interior de la estación Mount Eden Avenue del metro de Nueva York, en el Bronx, ya que Obed quedó en medio del fuego cruzado de una riña de pandillas y fue herido mortalmente.
Samantha solo pudo escuchar cómo, poco a poco, la voz de Obed, al igual que su vida, se iba apagando, hasta volverse un completo y angustiante –para su compañera de vida– silencio. Al morir, Obed tenía 35 años; además de su viuda, le sobreviven dos niñas.