El escenario en el estado de Puebla para las elecciones por la gubernatura no puede plantearse sino a partir de la continuidad o el cambio.
¿La continuidad de la denominada cuarta transformación (4T) o el cambio de régimen, de políticas públicas, de formas y modos de gobernar con el sello o las características de Acción Nacional?
Tal será el dilema que, en esencia, los votantes deberán resolver en las urnas.
Por los candidatos en contienda, por su perfil, por las coaliciones que los respaldan, por lo sucedido en la historia reciente de Puebla, por el contexto político y social, el tema central de estos comicios será –es– ese: ¿qué quieren las poblanas y los poblanos?
¿La continuidad de un gobierno de Morena, en manos de Alejandro Armenta?
¿O un hipotético cambio abanderado por el dos veces alcalde capitalino Eduardo Rivera?
A partir de ahí se sabrá el desenlace de la elección del próximo 2 de junio.
A diferencia de otros comicios, esta vez la contienda no será un referéndum del actual gobierno o del gobernador en funciones.
Lo que va a pesar en los votantes, incluso desde el punto de vista emocional, son las variables continuidad y cambio. Continuidad o cambio.
En 2010 sí hubo una aspiración de cambio que, sumada al voto de castigo recibido por Mario Marín, causó que el PRI perdiera la gubernatura por primera vez en la historia.
Rafael Moreno Valle centró su campaña en esa aspiración colectiva de modificar el estado de las cosas y se vendió como la mejor y única opción para lograrlo.
Eso, más otros factores locales y nacionales, lo llevaron al triunfo.
¿Cuál es hoy el ánimo de Puebla?
¿Qué quieren los electores?
¿Seguir con el modelo 4T o cambiar (regresar) a un gobierno panista?
Según el estudio de Mendoza Blanco y Asociados, aquí ya citado y realizado entre el 11 y el 16 de diciembre de 2023, con base en mil 200 entrevistas domiciliarias, al día de hoy existe una inclinación del 66% hacia la continuidad.
Es decir, seis de cada 10 no quieren cambiar, o por el momento no ven razones para un cambio de partido en el gobierno.
Incluso los jóvenes –18 a 24 años– le están apostando (62%) a la continuidad.
En ello influye, claro, tanto la excelente calificación que el presidente Andrés Manuel López Obrador sigue registrando en Puebla (78%) como la muy aceptable aprobación que tiene el gobernador Sergio Salomón Céspedes Peregrina (55%).
Quizá si Miguel Barbosa Huerta hubiese acabado su sexenio, las cosas serían distintas –o muy distintas.
Pero eso nunca podrá saberse.
La única referencia a la mano es un estudio realizado el año pasado por la empresa Mas Data, en la que se preguntó: “¿Quién hizo más por Puebla como gobernador?”, 34.7% dijo que Rafael Moreno Valle y 25.4% que Miguel Barbosa.
Hoy, hay que subrayar, no se observa en el estado un movimiento o una ola que anhele un cambio.
Mendoza y Asociados preguntó a quienes quieren la continuidad:
“Dígame, ¿por qué quiere que siga gobernando Morena?”.
Y los encuestados respondieron:
“Gobiernan bien”, 22%.
“No quiero que regresen el PRI, PAN y PRD”, 16%.
“Porque no hay una opción mejor”, 19%.
Por si fuera poco, para el 71% (siete de cada 10) es “muy importante” o “importante” que el próximo gobernador sea del mismo partido que el Presidente de la República.
Y es que los programas sociales –las ayudas gubernamentales– son, han sido y seguirán siendo la principal fortaleza de un régimen reprobado en asuntos torales como seguridad, salud y educación.
¿Continuidad o cambio en Puebla?
Y si se opta por el cambio, cuál cambio, qué tipo de cambio; ¿un cambio para mejorar o un cambio para que todo siga igual?
Ese es el dilema, la ecuación, la encrucijada…
Incluso las posibilidades de triunfo del exalcalde Eduardo Rivera dependen precisamente de qué tanto logre generar una aspiración de cambio, más o menos como lo hizo Vicente Fox a nivel federal en el año 2000.
Una marea, un movimiento social basado en una campaña de contraste, una verdadera campaña de contraste y no los tímidos intentos que se han visto hasta hoy.
Aunque esa, esa es otra historia.