A Eduardo Rivera Pérez se le puede aplicar el refrán: “candil de la calle, oscuridad de su casa”. El exalcalde de la capital, aunque logró escalar a la dirigencia nacional del PAN –luego de ser derrotado en la elección de gobernador en 2024–, cada vez está más reducido en su poder e influencia en el panismo poblano, en donde el exedil se siente excluido, ignorado y hasta atacado.
Siendo esa la razón por la que él mismo ha alimentado el rumor de que podría, en el mediano plazo, desertar de las filas del albiazul, sin necesariamente abandonar su pertenencia al Yunque, la organización secreta de la extrema derecha.
Por eso muchos actores del PAN advierten que la repetición de la elección del Comité Municipal panista de la capital, que se llevará acabo en un par de semanas, podría ser el último proceso interno de Rivera en esta fuerza política, a la que pertenece desde hace 36 años mediante una militancia que inicio aún siendo menor de edad.
Rivera lleva cuatro derrotas políticas al hilo: la contienda por la gubernatura, las renovaciones de la dirigencia panista en el estado, de los integrantes del Consejo Estatal del partido y la primera que hubo –de manera fallida– del Comité Municipal del PAN en la capital.
El próximo intento de elegir a la nueva dirección del PAN en la capital será un quinto descalabro, ya que todo hace suponer que será derrotada la planilla de Guadalupe Leal Rodríguez, quien lleva como candidata a secretaria general del partido a la exregidora Fernanda Huerta López, quien es parte del grupo político del exedil.
A la lista de fracasos, se suma la fuerte fiscalización que hay en contra del equipo de trabajo que Rivera tuvo en el gobierno de la ciudad de Puebla –en el trienio de 2021 a 2024–, que enfrenta fuertes señalamientos de no poder solventar el gasto de cientos de millones de pesos.
Y lo más grave es que el panismo poblano no ha salido a defender la gestión de Eduardo Rivera en el gobierno de la capital.
En Movimiento Ciudadano lo están esperando
El pasado 14 de noviembre provocó una fuerte inquietud en el panismo local el que Eduardo Rivera hubiera asistido como invitado especial al primer informe anual de actividades del senador Néstor Camarillo Medina, quien hace unos meses renunció a su militancia priista y al cargo de presidente estatal del PRI. Ahora es la figura central del partido Movimiento Ciudadano en Puebla.
Previo a ese acto realizado en el Centro Mexicano Libanés y que contó con la participación de la plana nacional de dirigentes y legisladores de Movimiento Ciudadano, trascendió que Rivera conversó con varios actores relevantes de esa fuerza política sobre un tema fundamental: cómo enfrentar a la 4T en la elección intermedia de 2027.
En esas conversaciones un tema principal fue la invitación específica, que se ha hecho en público y en privado, para que Rivera se sume a Movimiento Ciudadano y explore la posibilidad de ser candidato a edil, por cuarta vez, a la alcaldía de la ciudad de Puebla, misma que ya ha gobernado en un par de ocasiones.
Lo relevante de esas pláticas no es que inviten a Rivera a ser un nuevo cuadro emecista, pues esa es la actual dinámica de Movimiento Ciudadano que anda a la caza de las disidencias del PAN, del PRI y hasta de Morena y sus aliados, como el PVEM y el PT. Es parte del esquema con que se proyecta convertirse en la segunda fuerza política del país dentro de un par de años.
El aspecto importante de esas reuniones es la actitud del expresidente municipal de la Angelópolis que, aunque no define nada, se ha dedicado a escuchar, preguntar, cuestionar sobre los escenarios de riesgo de Movimiento Ciudadano para enfrentar la siguiente contienda electoral en los ámbitos local y federal.
Hasta hace unos meses, Rivera Pérez tenía una actitud ortodoxa en su militancia derechista que se traducía en: una lealtad ciega al PAN, el Yunque y al clero político de la Iglesia católica.
Era imposible imaginárselo fuera del PAN o, por lo menos, escuchar una propuesta para desertar de la derecha albiazul.
Durante los procesos electorales de 2021 y 2024, se le vio sumando a otras fuerzas políticas a una alianza con el PAN, en donde tomó una actitud egoísta, ventajosa, mezquina, de que las candidaturas a alcaldes y legisladores más importantes las apartaba para cuadros panistas que, en estricto sentido, fueran de su corriente política. Dejando espacios pocos relevantes al PRI, al PRD y el partido Pacto Social de Integración.
Esa actitud le ganó la desconfianza y la animadversión dentro y fuera del PAN, pues siempre se le ha visto como un personaje que todo lo quiere para su beneficio personal y no sabe hacer alianzas, compartir el poder, ni con los propios panistas que no son de su círculo de confianza.
Ahora ya no se ve al Eduardo Rivera que era incapaz de pensar un día dejar al partido de la derecha que lo reclutó, lo formó y le dio un estilo de vida con diferentes cargos partidistas y de elección popular.
Su respuesta a las invitaciones formales a incorporarse a Movimiento Ciudadano las ha respondido con la misma frase que ha dicho en entrevistas: el próximo año decidirá cuál va a ser su espacio de participación electoral.
Queda claro que su asistencia al informe de Néstor Camarillo fue para provocar a la dirigencia estatal panista, mandando el mensaje de que si no lo toman en cuenta, se va del albiazul.
Hasta ahora nadie a ha salido a pedirle, a rogarle, que no se vaya.




