A más de 125 días del inicio de la guerra en Ucrania los países de todo el mundo han comenzado a experimentar los daños colaterales de un conflicto armado que ha dejado más de 4,400 civiles fallecidos y más de 7.2 millones de personas desplazadas. Las economías mundiales que recién comenzaban a emerger del azote más feroz de la COVID han vuelto a encontrar puntos de crisis.
México no es la excepción. La inflación en los precios de bienes básicos y el incremento de la tasa de interés a 7.5% ha puesto en aprietos a millones de hogares. A nivel macroeconómico, las exportaciones mexicanas se han desacelerado y el acceso a ciertos productos de importación podría verse comprometido. Y todo se debe a la ruptura de las cadenas de producción.
El Dr. Enrique Cárdenas Sánchez, catedrático de la IBERO Puebla, ofreció un panorama general para comprender el alcance de la crisis. Desde el día uno, las tropas del Kremlin han ocupado ciudades industriales y puntos clave del territorio exsoviético, especialmente en la zona con salida al mar. Entre la asfixia a la industria ucraniana y el veto internacional de todo lo proveniente de Rusia, el mundo ha quedado desamparado en algunos mercados primordiales.
Europa depende en gran medida del gas natural proveniente de Rusia. Los precios elevados derivados de su escases —misma que ya se asomaba en 2021— impactan en el costo de la energía, lo que a su vez merma los procesos de producción de diferentes bienes.
El gas natural es la fuente más barata de energía y una de las menos contaminantes. En México, el suministro de este combustible proviene en su mayoría de Estados Unidos, pues la cercanía y los acuerdos comerciales permiten obtenerlo a un precio 48% menor. Sin embargo, cuando Europa comenzó a sustituir los suministros de gas rusos por estadounidenses, los precios se elevaron.
Se estima que en nuestro país el 58.5% de la electricidad se genera a partir de gas, situación que no es rentable para el Gobierno mexicano: en 2021, el costo de los energéticos para CFE representó pérdidas de 60,500 millones de pesos, a lo que se suman subsidios de 70,000 millones de pesos.
Rusia no solo produce gas, sino amoniaco y fertilizantes. En México, el precio de los fertilizantes se ha disparado en los últimos dos años, lo que impacta de manera directa en el precio de los alimentos. A ello se suma el hecho de que un tercio de los fertilizantes que utilizan los campesinos mexicanos son rusos.
“No hay sustitutos para el propano en México. Por lo tanto, si se encarece el gas también lo hacen la producción de alimentos y los bienes primarios”: Dr. Enrique Cárdenas.
De igual manera, tanto Rusia como Ucrania son grandes productores de cereales y semillas de girasol; juntos aportan una cuarta parte de todas las exportaciones de trigo en el mundo. Además, ambas naciones se encuentran entre los principales exportadores de maíz. “Preparar alimentos será más costoso debido al encarecimiento del gas y el aceite de cocina”, sintetizó Cárdenas Sánchez.
A decir del economista, el impacto más severo en materia tecnológica ocurrirá en la producción de gas neón y paladio, elementos críticos para la producción de semiconductores: los chips de miles de aparatos electrónicos y máquinas, incluidos los automóviles.
El sector exportador es el más dinámico de la economía mexicana, particularmente el automotriz y el de alimentos. Ambos se ven amenazados por la guerra, lo que reducirá los ingresos de las industrias y ahuyentará las inversiones extranjeras. El aumento en precios de productos básicos, medida para subsanar estas pérdidas, ha golpeado el poder adquisitivo de los salarios y ha elevado las tasas de interés.
Por otro lado, según cálculos del propio Enrique Cárdenas, aumentará el costo financiero de la deuda en 200,000 millones de pesos. “El Gobierno tendrá que dejar de gastar en otras cosas o contratar deuda para hacer frente a estas limitaciones”. Todo ello provocará que la pobreza alimentaria crezca en un 15%.
El catedrático de la IBERO Puebla consideró que la política energética mexicana representa un obstáculo, pues reduce las capacidades de exportación de petróleo y limita la expansión de energías limpias. Al apostar por la refinación, concluyó, se inhibe la inversión extranjera y se pierde la oportunidad de competir con las exportaciones chinas.