Escalar posiciones en política es el resultado de talentos y capacidades personales, sí, de esfuerzo y trabajo, de no pocos sacrificios, pero también, y en gran medida, de circunstancias. Quien se dedique al servicio público y no lo entienda así estará condenado a ser presa reiterada de sorpresas y frustraciones.
Xóchitl Gálvez Ruiz lo describió bien en una corta y contundente frase que expresó ayer a los comensales sentados en torno a una de las mesas del restaurante Leña y Olivo, de Tlaxcala, estado al que acudió este martes para reunirse con sus simpatizantes.
La senadora y aspirante del PAN a la Presidencia de la República comió en ese sitio con su compañera Minerva Hernández Ramos, también legisladora del partido blanquiazul, y con Pablo Badillo Sánchez, presidente municipal de Apizaco, quien se incorporó casi al final.
Antes de eso, al llegar, hizo una reflexión que tiene que ver con esto de las circunstancias en el mundo de la política.
En medio de los saludos y las felicitaciones que recibía por parte de los clientes y meseros del restaurante se topó con una mesa en la que se hallaban dos periodistas y un personaje que en el pasado colaboró para Rafael Moreno Valle Rosas en el gobierno del estado de Puebla.
Al presentarlo, uno de los periodistas le dijo a Xóchitl Gálvez que su compañero de mesa había trabajado con el senador fallecido, en Puebla, ante lo que ella respondió de una manera inesperada, aunque no sorpresiva:
“Ah, Moreno Valle, fue mi coordinador por muy poco tiempo”, dijo primero, para luego agregar con gran convencimiento:
“Él debía ser el candidato en este momento y no yo. Él tenía que haber sido candidato presidencial (del frente opositor) y yo candidata a la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México, pero aquí estamos hoy”.
Inmediatamente después de hacer esa reflexión se despidió de sus interlocutores y se dirigió a su lugar.
Hasta hace poco, incluso mucho después de la muerte de Moreno Valle, Xóchitl Gálvez no tenía pensado competir por la silla presidencial. Ella quería ser jefa de Gobierno.
Lo que hizo en Tlaxcala fue detenerse a pensar, sin embargo, que si el exgobernador poblano siguiera vivo otro sería el tablero preelectoral de la oposición en el país.
De eso se tratan las circunstancias, de la concurrencia de hechos inesperados que modifican el rumbo de las cosas y obligan a replantear los objetivos trazados con anterioridad.
Ahora mismo ocurre esto en la sucesión de gobernador de Puebla.
Los que están apuntados, los que encabezan las encuestas, tanto en Morena como en el frente opositor, no necesariamente son los mejores ni los más talentosos.
No son los que sacaron dieces en la escuela, los que ganaron concursos de oratoria, los que consiguieron medallas por servicio a la comunidad o los que se hicieron de trofeos deportivos gracias al sudor de su frente, sino los que llegaron hasta aquí por las circunstancias que rodean sus carreras políticas.
Entenderlo ayudará a aligerar las decepciones entre los grupos de simpatizantes y los miembros de los cuartos de guerra, sobre todo cuando, por ejemplo, Morena elija a su candidato, ya sea hombre o mujer.
Ahí está el ejemplo de la senadora Gálvez, en el pináculo de la oposición, metiéndose en una empresa (esta vez política y electoral) a la que nadie, ni los odiadores más radicales de la 4T, le veía futuro.
Twitter: @jorgerdzc