Si salimos a la calle a aplicar una encuesta preguntando la opinión ciudadana sobre el transporte público ¿cuáles cree usted que serán las respuestas?
Imaginemos que les pedimos su opinión sobre… mmmm digamos, la seguridad en el transporte.
¿Qué tan seguros se sentirán los usuarios?
Dudo que mucho.
Ok. Pensemos en otro ítem.
A ver. Preguntemos si les parecen que están limpias las unidades.
No, déjelo. Mejor preguntemos cómo evalúan en general, el trato de los conductores…
Está bien. Otro tema.
Preguntemos si la velocidad a la que conducen es la adecuada.
No, mejor no.
Preguntemos si van echando carreritas. Supongo que no saldrían bien librados.
Bueno. Está bien. Ni usted ni yo.
Preguntemos si los conductores respetan las señales viales, las líneas peatonales, los semáforos, las preferencias al peatón, si suben a la tercera edad y además se arrancan despacio hasta que están sentados los viejitos o discapacitados…
Hijole. Como va la posible encuesta creo que saldrían medio maltratados, Igual como maltratan al pasajero y al peatón, ciclista, conductor vehicular y hasta a los agentes viales.
Y claro que los conductores no son los únicos responsables, pues sus jefes, los dueños de concesiones los explotan y no les confieren el más mínimo derecho establecido en la ley laboral.
La reforma del transporte según me explica Elsa Bracamonte, secretaria de Movilidad estatal, era urgente -porque databa de hace 23 años- y busca poner orden en una maraña de mafias e irregularidades.
Bien, por la reforma aprobada en el Congreso del Estado. Bien por meter orden en un ámbito que siempre ha parecido tierra de nadie.
Y bien, porque la nueva Ley del Transporte vendrá acompañada de una Ley de Movilidad que pone a la persona en el centro de las políticas públicas.
Foto: Cortesía.
Muchas gracias.
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