El viaje a Tokyo, Japón, y los escandalosos detalles del mismo, de “Andy” López Beltrán, el hijo mayor del expresidente.
El paso de Ricardo Monreal Ávila, coordinador de Morena en la Cámara de Diputados, por un hotel de lujo –el Rosewood Villa Magna– de Madrid, España.
La noche loca de Enrique Vázquez Navarro, diputado plurinominal de Morena –cercano a Monreal–, en el club nocturno “Lío Ibiza”, uno de los centros de entretenimiento más caros y exclusivos de Europa.
La estancia del secretario de Educación Pública, Mario Delgado Carrillo, en el restaurante del hotel Pousada de Lisboa, uno de los más lujosos de Portugal.
El periplo de Miguel Ángel Yunes Linares y su hijo, el senador Miguel Ángel Yunes Márquez, en el club de playa Conca del Sogno, en Capri, Italia.
El documentado reporte sobre los millones y millones de pesos que Adán Augusto López Hernández, coordinador de Morena en el Senado, no incluyó en su declaración patrimonial y las huellas de sus nexos con una red criminal en Tabasco encabezada por su exsecretario de Seguridad Pública, Hernán Bermúdez Requena.
Las fotografías sobre el uso de un avión privado por parte del senador de Morena Gerardo Fernández Noroña para realizar una gira por el estado de Coahuila.
Y, ahora, la información del traslado –también en una aeronave particular– del gobernador Alejandro Armenta Mier, quien esta semana fue a Nueva Jersey para atender un asunto urgente (acompañar a un familiar, que fue hospitalizado) sin usar recursos públicos.
Como diría el clásico:
Demasiadas coincidencias para ser coincidencia.
Y ya se sabe que en política no hay coincidencias.
Casi nada es casual.
Desde hace varios meses, en los pasillos del poder nacional –los de a deveras–, se viene hablando insistentemente de operaciones de inteligencia al más alto nivel.
¿Quién tiene la capacidad operativa, la estructura humana y el presupuesto suficiente para hacerse de tanta –y tan valiosa– información privilegiada?
¿Quién está en posibilidades de moverse literalmente por el mundo y obtener fotografías y datos como los que últimamente se han filtrado a medios y periodistas sobre personajes relevantes de la 4T?
¿Qué tienen todos ellos en común?
Pero todavía más importante:
¿De parte de quién?
¿Estamos acaso ante una labor de espionaje tan sofisticada, tan bien ejecutada, tan profesional, que al menos a la fecha nadie –y nadie es nadie– ha sido capaz de detectar sus huellas?
Lo que se ha visto, y seguramente lo que está por verse, ¿es acaso una operación del Gobierno mexicano, con fines políticos muy específicos, relacionados con los tambores de guerra que ya se escuchan cada vez más cerca entre lo que se fue y lo que está tratando de afianzarse en el poder?
¿O simplemente son golpes de suerte, o de eficacia, de simples paparazzi, esos fotógrafos que suelen retratar a personalidades famosas o conocidas sin su permiso, a menudo en su vida cotidiana, para vender esas imágenes al mejor postor?
¿Y qué tanto tienen que ver en todo esto los servicios de inteligencia de Estados Unidos?
¿O nada tienen que ver?
¿Será?
Fuentes informadas hablan reiteradamente de un trabajo institucional, tan anónimo como eficaz.
Mismas fuentes que, ante la cadena de sucesos, recurren a otro clásico de clásicos de la cultura política popular nacional:
“Si grazna como un pato, camina como un pato y se comporta como un pato, entonces, ¡seguramente es un pato!”
¿Qué se busca?
¿Cuál es el objetivo?
Exhibir.
Neutralizar.
Controlar.
Corregir.
Advertir.
¿Dejarles en claro quién manda?
Porque viendo el bosque, no solo el árbol, ya son demasiados eventos como para ilusamente suponer que no hay una estrategia detrás de cada uno de ellos –y en conjunto.
No son, por supuesto, eventos aislados, sino piezas de un gran rompecabezas que alguien –no me pregunten quién– viene armando meticulosamente, con la paciencia e inteligencia de un jugador de ajedrez.
No, no es una novela de John Le Carré.
Es política pura.
Política dura.
Y la gran interrogante, visto lo visto, es: ¿qué más información poseen de los personajes relevantes de la 4T, qué tan comprometedora es y en qué momento va a detonarse?
Ese, ese sí es el elefante en medio de la sala.
Ese, el mismo: el que todo mundo ve, pero del que nadie, por razones obvias, quiere hablar o discutir.


