Con una oposición totalmente desarticulada, con una reforma electoral que se perfila totalmente favorable hacia el oficialismo, con el aparto de los programas sociales, con la estructura partidista conformándose por todo el país, con 24 gobiernos emanados del nuevo partidazo, con una presidenta con 70% de popularidad, con el Poder Judicial sometido al ejecutivo, la gran pregunta es ¿quién o qué puede detener a Morena?
Ni los escándalos políticos de la nueva élite del país (viajes de lujo), ni su vinculación con el crimen organizado (caso Adán Augusto), ni la inseguridad, ni la insensibilidad (caso Nahle) parecen abrirle los ojos al pueblo de México, quien parece estar “dopado” o bajo los efectos de un somnífero que no les permite ver la triste realidad del país.
La inminente reforma electoral anunciada por la presidenta Claudia Sheinbaum, presagia que Morena se afianzará aún más en el poder, ahora sí, ya sin contrapesos en la Cámara de Diputados luego de que se busca la desaparición de la representación proporcional, la cual nació en 1977 con 100 diputados plurinominales, los cuales pasaron a 200 en 1986.
La reforma “morenista”, sin duda, busca consolidar aún más la hegemonía del partido-Estado, como en los viejos tiempos del expartidazo, el PRI de los sesenta y de los setenta, sin contrapesos, y todo parece indicar que lo van a lograr en el 2027.
La oposición prácticamente no existe y se ha visto en temas fundamentales, como el escándalo del exgobernador de Tabasco, el exsecretario de Gobernación y ahora líder de los senadores de Morena, Adán Augusto López, en donde Acción Nacional y Movimiento Ciudadano mantienen un silencio que hasta parece cómplice.
Los esfuerzos de la sociedad civil son insuficientes y se centran en un tema de redes sociales, que lejos de dañar o de mermar al régimen parece fortalecerlo al quedar solo en un reducido círculo de personas, ínfimo ante el universo del total de la población del país.
La reforma electoral que prepara Morena, pareciera ser justa, lo mismo ocurrió con la reforma al Poder Judicial, las premisas de tener un poder ahora cercano al pueblo justificaban en el discurso el sometimiento de jueces, magistrados y ministros, lo mismo pasará ahora con el tema judicial, disminuir el gasto y terminar con los pluris, a los cuales nadie quiere. ¿Quién podría estar en contra de esto?
Para Puebla la situación es la misma, una oposición francamente inexistente, un gobernador fuerte, Alejandro Armenta, quien cada día que pasa consolida más al nuevo partido hegemónico, con una base conformada en dos frentes, la institucional del propio partido y la de sus comités de obra comunitaria, constituidos a partir del programa estrella de su gestión, el cual tiene profundos efectos sociales y electorales.
No hay rincón en Puebla que no tenga una obra comunitaria, las más pequeñas han sido las más beneficiadas, lo que asegura el éxito de este programa y esto solo ha sido el principio. Para 2026 se derramarán 2 mil millones de pesos, el doble de lo aplicado en este año, dinamita pura para la oposición, la cual solo tiene el discurso, mientras que los beneficios operan a favor de Morena y sus aliados.
De ahí la pregunta con la cual inicia esta columna, ¿quién puede detener a Morena? Al parecer nadie, ni aún la presión de los norteamericanos, quienes parecen ser los mejores socios de la presidenta Sheinbaum, a quien parecen tener una relación de beneficio mutuo.
Tal vez por esta razón, la actual clase política cada vez luce más cínica, dejando atrás la supuesta austeridad republicana que tanto pregonaba solo en el discurso el iniciador de este movimiento.
Nada parece detener a Morena, la consolidación del régimen parece coincidir también con el momento que vive el mundo, en donde los regímenes totalitarios toman el control en casi todas partes, poniendo fin a la utopía de las democracias, incluso en los Estados Unidos.