Las condiciones cambian. Lo que un día fue ley de vida para un personaje o grupo político, pasado el tiempo ya no lo es. Eso explica por qué tres años atrás los promotores de José Felipe Velázquez Gutiérrez como aspirante a la dirigencia estatal del PAN solicitaron y consiguieron una contienda abierta para impedir la reelección de Genoveva Huerta Villegas y hoy buscan exactamente lo contrario.
¿Por qué el grupo de Eduardo Rivera Pérez no quiere una elección abierta a los militantes, 21 mil 578 según el registro nacional, para renovar la presidencia de ese partido político?
La respuesta oficial es que quieren evitarla por mera precaución, para cerrar la puerta a una eventual intromisión de Morena en un asunto que compete exclusivamente a los panistas. Los defensores de esta especie mencionan entre susurros a Mónica Rodríguez Della Vecchia, a quien miran (o quieren mirar) como representante de intereses externos al partido y encarnación de todos los futuros males.
La realidad, sin embargo, es otra.
El mal desempeño de la presidenta en funciones, Augusta Díaz de Rivera, así como el incumplimiento de acuerdos por parte del propio Eduardo Rivera, en la pasada contienda electoral, generaron un clima de inconformidad entre los militantes de varios rincones del estado que pondrían en riesgo el triunfo de su candidato en una competencia abierta.
Aquí le van algunas razones del descontento que existe al interior del panismo en contra de los hombres y las mujeres que pretenden retener el control de la dirigencia:
La cancelación de los métodos democráticos para elegir candidatos para el pasado proceso electoral. Salvo en San Andrés Cholula, en el resto de los municipios la dirigencia impidió la participación de los militantes y optó por la designación directa.
El incumplimiento de acuerdos, como en el caso de Tehuacán, donde se concretó un pacto e incluso se firmó un documento entre los liderazgos de la región, del que Eduardo Rivera fue testigo, para definir candidato. Al final la negociación se desconoció y las reglas fueron cambiadas.
Incomprensibles negociaciones con los partidos de la coalición. San Martín Texmelucan es el ejemplo más emblemático. Ahí se acordó que el método fuera una encuesta, misma que pagaron los aspirantes. Pero, finalmente, de manera incomprensible, el municipio fue cedido al PSI y la encuesta fue ignorada. La candidatura fue encabezada por un personaje que tenía números muy inferiores a los aspirantes panistas.
El abandono de las estructuras municipales. Durante su periodo al frente del partido, Augusta Díaz de Rivera acudió muy poco al interior del estado. Brilló por su ausencia. Los recursos mensuales que les corresponden a los comités municipales fueron retenidos de manera discrecional. Por ello hoy son apenas 50 las estructuras realmente vivas, lo que representa un retroceso de casi 30 años en la vida panista, dicho esto por viejos y conocedores liderazgos del partido.
La dirigencia estatal decidió no ser oposición. No defendió a sus militantes ante los abusos de los malos gobiernos municipales emanados de Morena. En Texmelucan, nuevamente, tanto Díaz de Rivera como Marcos Castro, secretario general hoy convertido en líder de bancada en el Congreso, permanecieron callados ante la caída del tanque elevado de agua y la muerte de un menor, ocurridos en el ayuntamiento de Norma Layón.
En más de 20 municipios del interior del estado, el PAN registró planillas fantasmas. El partido presentó como candidatas a mujeres que no pertenecían al municipio por el que supuestamente competían y no hicieron campaña. Sus dirigentes abandonaron las plazas. Eso ocurrió en demarcaciones como Tianguismanalco, Tlaltenango y Coatepec.
La exclusión ha sido el sello de la casa en estos tres años. Muchos comités municipales y aspirantes fueron hechos a un lado por no pertenecer al grupo que domina actualmente al PAN. Tal como el expresidente López Obrador, a quien tanto critican en mesas de café, privilegiaron la incondicionalidad por encima del talento.
El abuso por parte de funcionarios del partido fue notorio. Algunos de los delegados distritales impusieron a sus esposas como regidoras plurinominales. Casos como Ahuazotepec y Ajalpan, donde las regidurías plurinominales las ocuparon las esposas de los delegados partidistas, lastimaron a la militancia.
Esos son solo algunos de los motivos por los que estaría en riesgo la reelección del grupo de Eduardo Rivera a través de un nuevo personero, llámese José Felipe Velázquez Gutiérrez o no.
Por eso es que al grupo le resulta una prioridad que se opte por el método de elección extraordinario: el Consejo Estatal. Lo que busca es sacar ventaja a partir del cálculo sobre aquel que puede resultar el mejor mecanismo para su causa.