El futuro del PAN como partido de oposición se encuentra en riesgo. Las torpezas cometidas por Adán Domínguez Sánchez en el último tramo del gobierno municipal de Puebla llevaron al jefe del grupo a incrementar su operación política para tratar de retener la presidencia del Comité Directivo Estatal a través de otro subordinado fiel.
Ese jefe de grupo es Eduardo Rivera Pérez, quien tiene como objetivo de altísima prioridad mantener el mando del partido blanquiazul, para lo que ha dispuesto forzar a los líderes de los comités municipales a elegir el consejo estatal como método de elección –designación, mejor dicho– del próximo presidente panista.
Si hasta hace un par de semanas era importante para Eduardo Rivera conservar la posesión del partido, que hoy tiene por medio de Díaz de Rivera y del secretario general Marcos Castro Martínez, tras los acontecimientos ocurridos en el ayuntamiento de Puebla se ha vuelto un asunto de mucha mayor relevancia, incluso de vida (política) o muerte (también política).
Ocupar una cartera en el Comité Ejecutivo Nacional, dentro del equipo de Jorge Romero Herrera, y mover los hilos del partido en el estado le permitiría pactar con la cabeza del nuevo régimen local, Alejandro Armenta Mier, la liberación de toda culpa en el conflicto, todavía de dimensiones imprevisibles, que se avecina con el presidente municipal suplente. Y si vienen problemas con Adán Domínguez por su desempeño como alcalde del último año de un trienio, ¿por qué no los habrá también con quien gobernó las primeras dos partes del mismo?
En este contexto, el PAN sería la herramienta de negociación de un grupo en apuros con el nuevo gobernador del estado. De suceder así, eso se convertirá en una losa para el partido, que impedirá su desempeño como instituto político de oposición, fuerte y auténtico, en una entidad dominada por la 4T. Ni qué decir de los ciudadanos inconformes con Morena. No tendrán una alternativa que los represente en la próxima elección.
Ahí radica la eventual vulnerabilidad del PAN, que, de todos modos, aunque Rivera Pérez niegue lo que aquí se ha reflexionado, tendría una presidencia débil en manos de Felipe Velázquez, que como exsecretario de Gestión y Desarrollo Urbano del ayuntamiento de Puebla también será blanco de observaciones en la cuenta pública y en el proceso de entrega-recepción.
El panorama no luce halagüeño para los panistas.
Todavía falta por ver qué hacen los otros tres aspirantes.
Algo tratarán de hacer Edmundo Tlatehui Percino, Mónica Rodríguez Della Vecchia y Mario Riestra Piña para impedir el consejo estatal y llevar el proceso de selección del nuevo dirigente a la consulta a los militantes.
Entre los contendientes, todavía informales, se aseguraba este fin de semana que la exdiputada Rodríguez Della Vecchia cuenta con el apoyo del expresidente Jesús Giles Carmona, quien desde fuera del partido estaría ofreciendo promesas de beneficios económicos y laborales para cobrarse en el futuro, en alguno de los gobiernos morenistas que están por arrancar.