De pena ajena resultó la gira de la tlaxcalteca Adriana Dávila Fernández, quien en su visita a la capital quiso dar clases de democracia e inclusión al panismo poblano, al fijar una posición crítica frente al morenovallismo y el grupo político de Eduardo Rivera Pérez, cuando todo mundo sabe del desastre que esta mujer causó al PAN de Tlaxcala y que su larga carrera como legisladora, no es obra de su identidad con las bases del Partido Acción Nacional, sino es por el padrinazgo del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa.
Dávila Fernández hizo –este jueves– su primera parada en Puebla para intentar obtener las 30 mil 298 firmas que necesita para registrarse como candidata a la presidencia nacional del PAN, situación que le da no solamente el derecho de competir, sino de obtener un financiamiento de 10 millones de pesos para hacer proselitismo entre los panistas de todo el país.
La expectativa de la ex senadora del albiazul es que en la entidad poblana podía conseguir unas 5 mil de esas rúbricas, pero acabó cometiendo “un error de primaria”, al lanzar fuertes cuestionamientos al grupo político de Eduardo Rivera Pérez, al que acusó de cometer prácticas antidemocráticas al centralizar las decisiones del Partido Acción Nacional, sin permitir que se de espacio de participación a todas las expresiones internas del albiazul.
La corriente de Eduardo Rivera le acabó contestando a la exlegisladora, por medio del edil de la capital, Adán Domínguez Sánchez, quien estableció que el panismo poblano va a respaldar a Jorge Romero Heredia en la lucha por la presidencia nacional del albiazul, quien es el “alfil” de Marko Cortés Mendoza, el dirigente saliente de esta fuerza política.
De alguna manera, el grupo de Eduardo Rivera mandó el mensaje de que: le da la espalda a la corriente del ex presidente Felipe Calderón Hinojosa y “se muere en la raya” con Marko Cortés, pese a su estrepitoso fracaso electoral en la contienda del pasado 2 de junio.
La incongruencia
Adriana Dávila Fernández al hablar ante militantes del PAN y medios de comunicación en Puebla, desplegó dos líneas discursivas:
Primero: sostuvo que el PAN se encuentra en su peor momento, al carecer de credibilidad y de prestigio. Por lo que urge recuperar su democracia interna, para dar mayor participación a los militantes por encima de los grupos de poder.
Segundo: como parte de esa visión, dijo que ha sido muy dañino para el panismo poblano que, en los últimos años, solo han dominado dos corrientes: la de Eduardo Rivera y la del finado exgobernador Rafael Moreno Valle Rosas.
El diagnóstico que hace la panista tlaxcalteca no es errado en nada. El PAN está en su peor crisis de los últimos 36 años.
Lo que se cuestiona es que Adriana Dávila Fernández no tiene mucha autoridad para hablar de esa manera. Y menos en Puebla, pues acá es de dominio público –entre las bases del albiazul—del desastre que ha provocado en el vecino estado de Tlaxcala.
La panista creció “como la espuma” por haber sido la coordinadora de campaña en Tlaxcala de Felipe Calderón Hinojosa cuando buscó la candidatura presidencial del PAN, en el año 2005 y con la oposición del entonces titular del Poder Ejecutivo federal, Vicente Fox Quesada.
Posteriormente Dávila fue parte del equipo de comunicación de Calderón en la enconada contienda presidencial de 2006, lo cual le permitió convertirse, hasta la fecha, en una destacada integrante de la corriente calderonista.
Y eso la he llevado a tener una característica peculiar: Adriana Dávila Fernández ya ha sido dos veces diputada federal y en una ocasión senadora de la República, siempre por la vía de la representación proporcional. O mejor dicho, siempre como parte de una “cuota” de posiciones que el PAN le ha otorgado al grupo político de Felipe Calderón.
Dávila dos veces ha sido candidata a gobernadora de Tlaxcala, fracasando en ambas empresas. Lo cual le deja un mal antecedente: nunca en su carrera política ha ganado una sola elección.
Su afinidad con Calderón no solo la llevó a obtener posiciones políticas, sino le permitió controlar el PAN de Tlaxcala. Su conducción fue tan autoritaria y errática que, en muy poco tiempo, se estima que la mitad de la membresía panista acabó desertando.
En esa época, muchos panistas de Tlaxcala preferían buscar a Rafael Moreno Valle Rosas para tramitar espacios de participación, en lugar de entrevistarse con Dávila Fernández, con quien era muy difícil llegar a acuerdos.
Esa fue la causa por la cual Dávila Fernández le tenía un fuerte resentimiento a Moreno Valle y varias veces le exigió al PAN la expulsión del ex gobernador de Puebla. Nunca prosperó su demanda.
Lo más patético de toda esta historia, es que ahora Adriana Dávila Fernández venga a Puebla a dar “clases de democracia e inclusión”, cuando ella nunca se ha ganado a las bases del PAN, todo sus logros políticos se lo debe a su padrino: Felipe Calderón.