Aun cuando Eduardo Rivera Pérez tendría mayoría dentro del Consejo Estatal del PAN para mantener la dirigencia del partido, corre el riesgo de perderla ante la posibilidad de poner un presidente o presidenta que la militancia perciba como una extensión suya.
Para no pocos comisionados y consejeros estatales del PAN, Eduardo Rivera cometería un error de liderazgo, si de verdad quiere asumir este rol, enviando a personeros suyos como Adán Domínguez Sánchez o Marcos Castro Martínez a la presidencia del Comité Directivo Estatal.
De entrada porque no todos sus consejeros simpatizan con el presidente municipal sustituto de Puebla y tampoco con el secretario general del CDE, uno y otro tienen simpatizantes y detractores, pero además porque hay otros grupos del PAN que si no los suma o integra en posiciones clave seguramente buscarán alianzas con sus enemigos, que no son pocos después de la debacle electoral del 2 de junio.
Lo que Eduardo Rivera no debe hacer es lo que hizo en campaña con su indefinición y vaguedad como candidato a la gubernatura de Puebla: dejar correr la versión de que sí le interesa la dirigencia del PAN pero que lo está valorando, que no se descarta como presidente del partido pero hay que esperar los tiempos y la publicación de la convocatoria.
Ese estilo le hace mucho daño a él y al PAN que está urgido de un líder que diga qué y cómo, y que haga del PAN un partido opositor real, con discurso y propuestas, y no una organización convenenciera y mediocre como en la que se ha convertido en los últimos años.
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Cuentan los enterados que la verdadera razón por la que Mónica Rodríguez Della Vecchia se bajó de la candidatura a diputada federal por el distrito 9 de Puebla, no fue por un tema personal —la boda de su hija—, y tampoco porque los operadores panistas ligados a Eduardo Rivera la fueran a traicionar en 2024, como según ella lo intentaron en 2021 mediante un esquema de voto cruzado.
Lo realmente cierto es que el jefe político del estado le hizo llegar a la diputada local Rodríguez Della Vecchia reveladoras encuestas —de distintas y prestigiadas firmas demoscópicas— que le anticipaban una derrota segura en las elecciones del 2 de junio.
Fue esa información la que la llevó a bajarse de última hora de esa candidatura, a la que entró de emergente la panista Pilar Vargas Morán con los resultados ya de sobra conocidos.
Esa circunstancia y el vínculo afectivo de Rodríguez Della Vecchia con el gobernador sustituto, es lo que algunos panistas ven como una debilidad de ésta en su intención de pelear la dirigencia estatal del PAN.
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