Eduardo Rivera Pérez fue barrido por la ola nacional de la 4T y terminó electoralmente vapuleado. Sin embargo, podría haber sido más competitivo frente a su rival, el morenista Alejandro Armenta Mier, si no hubiera cometido cuatro errores fundamentales que lo acabaron de hundir en la contienda por la gubernatura.
El candidato panista acabó “noqueado” en la contienda como resultado de que es un político que no escuchó criticas y no entendió el cambio social que se generó desde los comicios presidenciales de 2018, que lleva a un sector mayoritario de la población a repudiar a las fuerzas partidistas tradicionales, como el PRI y el PAN, así como gobiernos que anteponen intereses privados sobre los derechos colectivos.
Los cuatro yerros capitales que Rivera cometió fueron: el no haberse nunca deslindado del autoritarismo y los abusos del morenovallismo, así como de los excesos del PRI; imponer en su desempeño como alcalde de la ciudad de Puebla medidas antipopulares y arbitrarias; no haber tenido la capacidad de recorrer a tiempo y ganarse el electorado del estado, además de postular a candidatos a alcaldes mediocres o vinculados al crimen organizado; y casarse con las mentiras de Massive Caller, le peor de todas las encuestadoras del país que siempre erró en sus mediciones.
Dentro y fuera de la coalición del PRI, el PAN y el PRD, a lo largo de los últimos dos años le advirtieron de todos estos factores y siempre la respuesta de Rivera fue ignorar las críticas y vender la falsa idea de que tenía estudiado, medido a la perfección, el terreno electoral de Puebla y que no había manera de evitar su triunfo.
La estrategia que planteó el aspirante albiazul acabó siendo un fiasco.
Las equivocaciones de Rivera
Primera: Francisco Fraile García, que es uno de los líderes históricos del PAN poblano, fue una de las voces críticas que Eduardo Rivera ignoró y que, si le hubiera hecho caso, la campaña del candidato panista no hubiera sido tan desastrosa.
Fraile, que es conocido como “El Pastor” dentro de las filas panistas, hizo el llamado a que el Partido Acción Nacional debía arrancar la campaña electoral pidiendo una disculpa pública a la ciudadanía poblaba por el fraude electoral que el morenovallismo cometió en los comicios de gobernador en 2018 y establecer, que el PAN no compartía las practicas antidemocráticas que marcaron las votaciones de hace seis años.
En lugar de escuchar a “El Pastor”, Eduardo Rivera decidió no tocar el pasado oprobioso del morenovallismo.
El resultado de esa mala decisión es que le acabaron endosando todos los excesos cometidos por el exgobernador Rafael Moreno Valle como fue la abusiva privatización del servicio de agua potable en la capital; la persecución judicial de más de 300 críticos del exmandatario; el robo que se cometió en obras públicas faraónicas y con nulo impacto social; y los fraudes electorales, entre otros atropellos.
Otras voces panistas le pidieron una y otra vez, desde los comicios de 2021, de que el PAN no se debía aliar con el PRI, por ser un partido identificado con la corrupción y la impopularidad de Alejandro Moreno Cárdenas, el líder nacional del tricolor.
Rivera también hizo “oídos sordos” a ese llamado y no solo se unió al priismo, sino también a Antorcha Campesina, una organización que es repudiada por las clases medias.
Segunda: dos acciones que Rivera presumió hasta el cansancio como grandes logros en su papel de alcalde de la ciudad de Puebla fue la imposición de parquímetros en el Centro Histórico de la capital y sacar de esa parte de la ciudad a miles de vendedores ambulantes, así como a grupos artísticos populares.
Esas medidas fueron aplaudidas por los líderes empresariales de Puebla, pero en realidad fueron acciones en detrimento de la economía familiar de miles de ciudadanos.
Rivera con esos movimientos benefició a un puñado de empresarios, casi todos ligados a el Yunque, y perdió el respaldo de miles de familias pobres y de clase media baja.
Tercera: públicamente en dos ocasiones, desde mediados del año pasadoy frente a los principales liderazgos del PAN, el presidente nacional del albiazul, Marko Cortés, le exigió a Rivera de que debía empezar a “caminar” el estado para ir penetrando en electorado de las distintas regiones del territorio poblano.
El entonces alcalde de la capital nunca le hizo caso y se justificó de que no era el momento.
Esa misma petición se la hicieron, en múltiples ocasiones, los dirigentes del PRI y del PRD. Tampoco los escuchó el edil capitalino.
Fue hasta que faltando cinco semanas para iniciar las campañas electorales que Rivera Pérez empezó a visitar los municipios de Puebla.
Eso llevó a que sus recorridos resultaran insuficientes y no fuera visto por la gente como un candidato fuerte al gobierno del estado.
Esa misma situación llevó a Rivera que hubiera una mediocre selección de candidatos a alcaldes.
No le importó el escándalo que provocó el incorporar al reparto de candidaturas a dos familias acusadas de encabezar el robo de combustible, en las regiones norte y centro de la entidad, que al final le dieron un puñado de votos en sus respectivas comunidades, pero espantaron a núcleos de electores –de diferentes partes de la entidad— que vieron con desconcierto la presencia del huachicol en la coalición de partidos de oposición.
Cuarta: cuando faltaba una semana para arrancar las campañas electorales, Rivera reunió a un nutrido grupo de periodistas, principalmente columnistas y directivos de medios de comunicación, para decirles que ya estaba a 4 puntos de distancia de Alejandro Armenta.
Para sostener su dicho presentó una encuesta de Massive Caller, que está catalogada desde hace varios años, como una de las peores encuestadoras de México.
El candidato opositor se montó en la misma dinámica fantasiosa de la aspirante presidencial Xóchitl Gálvez, de decir que de 50 encuestadoras que gravitan en el ámbito nacional, 49 se equivocaban y solo Massive Caller tenía la verdad del proceso electoral.
Con esa actitud Eduardo Rivera fracasó en su idea de presentarse como un político maduro y experimentado. Quedó exhibido como un “aspirante bisoño”, por decir algo amable.