Javier Lozano es patético.
A los prianistas que se fueron a Morena en búsqueda de una candidatura los considera traidores, vulgares, mediocres y un largo etcétera, pero a su amiguito Tony Gali, que está apoyando a su hijo en la campaña, le justifica todo.
Para él tiene palabras dulces y tiernas, y no se atreve a tocarlo con las vulgaridades que acostumbra.
Cómo no hacerlo si Gali fue su jefe dos veces: durante la campaña a la microgubernatura y en el pésimo gobierno que terminó en una enemistad brutal con Rafael Moreno Valle, quien fue dueño de los Tony’s y de Lozano.
En el 2000 fue candidato del PRI por un distrito de Puebla y terminó vapuleado.
En el 2012, fue candidato del PAN al Senado y fue salvado del tercer lugar por el propio Moreno Valle.
En 2018, de regreso al PRI, le dio el beso de Judas a José Antonio Meade, con quien se fue al tercer lugar.
Este Andrés Roemer poblano perdió una demanda de daño moral con su odiado Manuel Bartlett, quien sí es brillante e inteligente.
La rueda de prensa de este miércoles lo define en su ya conocida doble moral.
Todo lo que toca Lozano lo echa a perder.
Los panistas que lo ven como un rockstar —¡no sean ordinarios!— terminarán por ser sus víctimas.
Es la historia de su vida.
Cría Roemers y te sacarán los ojos.
El Manual de Carreño y dos tipos de cuidado. Frente a la indecencia de Néstor Camarillo y Nadia Navarro, que se hacen pasar por indígenas para obtener candidaturas, destaca la actitud de Beatriz Manrique, exsecretaria de Medio Ambiente, quien rechazó tajantemente contender en una fórmula indígena por un escaño en el Senado.
Textualmente dijo: “No usurparía un lugar que no me corresponde”.
Beatriz tiene 24 años de carrera política y la caracterizan muchas cosas buenas, por lo que la mentira y el fraude no están en su diccionario.
¿Qué decir de Camarillo y Navarro?
No leyeron el Manual de Carreño.