La ruptura de cinco diputados locales e igual número de presidentes municipales con el partido que los llevó al poder, el PRI, ha obligado a los dirigentes de ese instituto político a preguntarse qué pasará en los días por venir con una de las militantes más emblemáticas que le quedan, si permanecerá en las filas del tricolor o si seguirá el camino de aquellos que desertaron para buscar un nuevo horizonte.
Esa figura representativa de los tiempos ya idos del partido tricolor es Blanca Alcalá Ruiz, quien además de haber sido la primera mujer en gobernar la ciudad de Puebla ha ocupado cargos legislativos en todos los terrenos posibles: el Congreso del estado, la Cámara de Diputados y el Senado de la República.
También fue candidata al gobierno del estado en 2016, cuando muchos priistas al servicio de Rafael Moreno Valle –y sin necesidad de renunciar al partido– le jugaron las contras para favorecer a José Antonio Gali Fayad, el primer mini gobernador de los tiempos modernos.
Pero volvamos al punto que nos interesa.
La duda que tienen allá en el Comité Ejecutivo Nacional no es ociosa, sino que deriva de la muy estrecha relación personal y política que Blanca Alcalá ha tenido a lo largo del tiempo con Charbel Jorge Estefan Chidiac, el líder y aparente artífice de la desbandada priista que se concretó esta misma semana y que podría tener más episodios por transcurrir.
Uno nunca sabe.
¿Qué hará entonces Blanca Alcalá?, ¿seguirá los pasos de su viejo aliado para propinarle otro revés mediático y político no nada más al PRI, sino a todos los miembros de la coalición Mejor Rumbo para Puebla, incluido su precandidato a gobernador Eduardo Rivera Pérez, o se mantendrá como integrante, aunque silenciosa, del bloque opositor?
Cualquier ruta es posible.
Alcalá Ruiz tiene una contradicción emocional en su relación con el PRI.
Ella es diputada federal y su hija Karina Romero Alcalá es titular de la Secretaría de Igualdad Sustantiva en el ayuntamiento de Puebla, gracias al partido tricolor, lo cual la ha hecho estar en condiciones de comodidad hasta el día de hoy.
Sin embargo, no está satisfecha con lo que se avecina.
El CEN le negó la postulación plurinominal que quería para reelegirse casi en automático en la Cámara de Diputados. Los enlaces de “Alito” Moreno le dijeron que no podían ser candidatas otra vez ella y Karina Romero, en el mismo proceso electoral, debido a la molestia que eso genera en otros aspirantes, tanto hombres como mujeres, y que tenía que decidir por una de las dos. Por supuesto eligió a su hija, que hasta ayer por la tarde estaba anotada en la lista de precandidatos a diputados locales de la coalición, por el distrito 20.
Contenta no está.
Por eso las dudas que tienen en el PRI.
Eduardo Rivera se ha encargado de hablar con ella para tratar de retenerla, a partir de la relación profesional que el precandidato a gobernador ha construido con Karina Romero, pero se sabe que el vínculo afectivo con Jorge Estefan es más poderoso y puede ser determinante.
Quizá la clave se encuentre en lo que pueda ofrecerle Morena y la 4T para dar el gran salto, que a estas alturas y con todos los acontecimientos vistos ya a nadie sorprendería.
De ahí la expectativa.