En torno al próximo proceso de renovación del Comité Directivo Estatal (CDE) del PRI no hay un solo interesado, que es Néstor Camarillo Medina, el actual dirigente, como muchos suponen; pues se dice que quien estaría tentando el terreno para saber si tiene posibilidades de aspirar a ese cargo y al mismo tiempo regresar a la política activa, es Juan Carlos Lastiri Quirós, quien fuera dos veces un súper poderoso subsecretario en el gobierno de Enrique Peña Nieto y ahora sería un segundo interesado en la disputa interna del tricolor.
También se dice que un grupo de políticos afines a Lastiri se habrían estado reuniendo para analizar el relevo de la presidencia del PRI poblano.
Por esa razón, en el CDE del PRI se ha interpretado que muchos de los cuestionamientos que han surgido, adentro y fuera del partido, en contra del desempeño de Camarillo Medina, tendrían el sello de los seguidores de Lastiri.
Que esos ataques –dicen en los corrillos del CDE tricolor– sería parte de una estrategia para empezar a debilitar la imagen del actual dirigente priista y empujar la idea de que se necesita en la presidencia del partido a un político experimentado para sacar al PRI del marasmo en que se encuentra.
Obviamente la intención no es influir en la militancia priista, la cual nunca es tomada en cuenta en los procesos internos del partido, sino se estaría buscando incidir en la toma de decisiones que se adopten para el caso de Puebla en el CEN del PRI y, sobre todo, en el llamado Grupo Oaxaca, que es encabezado por el ex gobernador oaxaqueño Jesé Murat Casab, quien actualmente es quien realmente mueve los hilos de la dirigencia nacional del tricolor.
Para nadie es desconocido que Néstor Camarillo fue impuesto en el cargo de dirigente del PRI por obra y gracia de Javier Casique Zárate, el actual secretario de Acción Electoral del CEN priista y miembro de la facción del Grupo Oaxaca.
Si es real la versión de que el grupo de Lastiri está intentando “moverle el tapete” a Néstor Camarillo, se pueden hacer dos apreciaciones fundamentales:
La primera que es muy fácil debilitar el proyecto de Néstor Camarillo de dirigir el PRI poblano los próximos 4 años.
Es claro que resultó ser un dirigente débil, sin liderazgo, sin un grupo político fuerte y sin la experiencia para dirigir un partido que, se supone, tendría que estar luchando por ser una de las principales fuerzas políticas en el estado.
El saldo de las pasadas elecciones es más que catastrófico. El PRI poblano perdió dos terceras partes de sus votantes y en la misma proporción los ayuntamientos en los que va a gobernar el próximo trienio. Fuera de las plazas de Zacatlán, Chignahuapan y Xicotepec de Juárez, el tricolor no tuvo ningún otro triunfo relevante.
Una segunda apreciación, es que es fácil debilitar la figura de Néstor Camarillo, pero resulta muy complejo borra la mala fama que actualmente rodea a Juan Carlos Lastiri Quirós, quien ante los ojos de la opinión pública representa la corrupción que permeó de arriba a abajo en el gobierno de Enrique Peña Nieto.
El político originario de Zacatlán en el último año dos veces fue obligado a adoptar un comportamiento de bajo nivel, por órdenes directas de Alejandro Moreno Cárdenas, el presidente nacional del PRI.
La primera vez fue cuando con bombo y platillo fue presentado –el año pasado—como secretario general de la Confederación Nacional de Organizaciones Populares y, desde el CEN priista, hubo una reacción de molestia por ese nombramiento y se habría exigido que Lastiri no tuviera apariciones públicas en los actos del PRI poblano.
Una segunda vez fue –en este año– cuando Lastiri quiso acomodarse en los primeros lugares de las listas de candidatos plurinominales a diputados locales y federales, topándose por segunda vez con la negativa de la dirigencia tricolor.
Ahora que se renovara la dirigencia del CDE del PRI poblano se antoja difícil que se haya terminado el veto contra Lastiri.