Marcelo García Almaguer es sin duda alguna el gran perdedor del actual proceso electoral, pues se quedó en medio de un desierto político, pues luego de los comicios del 6 de junio ya no tiene partido, ni proyecto, ni seguidores, mucho menos el poder del que gozó durante el morenovallismo y sin un futuro, pues nadie quiere hacer planes con él. Muy lejos quedaron esos tiempos en que creía que trascendería dos o tres sexenios gubernamentales, al concluir el mandato de Rafael Moreno Valle Rosas.
Se dice que quien fuera el vocero de Rafael Moreno Valle Rosas, del Comité Ejecutivo Nacional del PAN –en la época de Gustavo Madero como líder del albiazul– y diseñador de la imagen política de José Antonio Gali Fayad, ya estaría preparando sus maletas para migrar de Puebla y regresar a su natal Monterrey, Nuevo León.
Una partida que es reflejo del derrumbe de uno de los últimos muros del morenovallismo, una corriente política que pecó de soberbia, de megalomanía, de abusos de poder, pues sus integrantes creían que eran intocables e invencibles. Que el estado de Puebla era su patrimonio particular y podían lucrar con los presupuestos públicos por lo menos hasta medidos de la próxima década.
Y es que García Almaguer formó parte de la elite morenovallista que diseñó “el Maximato” de Rafael Moreno Valle Rosas, que consistía en primer dejar a José Antonio Gali Fayad y luego a Martha Erika Alonso Hidalgo en la titularidad del Poder Ejecutivo de Puebla, para que después la estafeta fuera entrega a Jorge Aguilar Chedraui, José Cabalán Macari o alguno otro allegado a Rafael Moreno Valle Rosas.
Luego de la tragedia del 24 de diciembre de 2018 que cegó la vida del matrimonio Moreno Valle-Hidalgo Alonso, a muchos sorprendió que el primer miembro del equipo compacto del morenovallismo que buscó separarse de esta corriente e intentó reinventarse políticamente, fue Marcelo García Almaguer.
Le bastaron dos meses y medio para que el ex vocero rompiera con el PAN y buscara acercarse a pactar con la 4T, situación que se puso en evidencia cuando en su calidad de coordinador de la fracción albiazul en el Congreso local operó a favor de la elección de Guillermo Pacheco Pulido como gobernador interino, cuando la prioridad de la derecha era Jesús Rodríguez Almeida, el encargado temporal de la gubernatura luego del diciembre trágico de hace tres años.
García Almaguer no presentó ante la Comisión de Gobernación la carta de residencia de Rodríguez Almeida, que le elaboraron de manera forzada en el municipio de Atlixco, para que pudiera cumplir con el requisito de ley para ser candidato al interinato de gobernador.
Ese acto le costó que lo echaran del PAN una furibunda Genoveva Huerta Villegas, la presidenta estatal del albiazul, aunque Marcelo García disfrazara la situación diciendo que él había decidido irse al tildar al partido de derecha de carecer de una visión de Estado.
A su salida de la fracción del PAN, se sumó a otros dos diputados desertores del morenovallismo: Gerardo Islas Maldonado y Jonathan Collantes Cabañas.
Los tres, García, Islas y Collantes, se la pasaron haciendo guiños a la 4T durante 2019 y parte de 2020, con la idea central de encontrar acomodo en el universo lopezobradorista.
A Gerardo Islas es el que mejor le fue, ya que se convirtió en el dirigente nacional del Partido Fuerza por México, que se declaraba de ideología 4T y al final, tuvo su debut y despedida en los comicios del 6 de julio, al obtener una votación raquítica.
Collantes al no encontrar ninguna puerta de entrada en la 4T se pasó al PRI, donde primero fue recibido con jubilo por el presidente del partido, Néstor Camarillo Medina, y ahora poco se soportan. Digamos que le fue regular.
El que fracasó rotundamente en su pragmatismo ramplón fue Marcelo García Almaguer, pues luego de que le advirtieron en la 4T que no olvidaban los abusos del morenovallismo de los que él fue parte importante, se dedicó a supuestamente crecer por la vía independiente.
Se quiso dar baños de pueblo al caminar y darle la mano a gente pobre de las colonias más populares de la capital, dejando a un lado las muecas de asco que eran propias de los morenovallistas cuando estaban el poder.
De nada le sirvió temblar frente a las cámaras recién salido de un baño de temazcal. Nadie le creyó que ahora sea un promotor del “primero los pobres” que es un concepto fundamental de lopezobradorismo. Mucho menos que estuviera construyendo una opción ciudadana para combatir los vicios de los partidos políticos.
Finalmente regresó al ruedo del PAN, mediante la reconciliación con Genoveva Huerta con el propósito de que hiciera el trabajo sucio para impedir que Eduardo Rivera fuera el candidato albiazul a la alcaldía de Puebla. Una estrategia fracasada de inicio a fin.
Ahora Genoveva Huerta ya no le ofrece nada en el PAN.
En el próximo gobierno de Eduardo Rivera está vetado.
Ya nadie lo busca para hacer alianzas o proyectos políticos.
No logró ni siquiera una candidatura de regidor.
Mucho menos pudo conseguir los contratos de publicidad y marketing digital para las campañas electorales que, en la época dorada del morenovallismo, cobraba a precio de oro.
Se quedó parado en medio del desierto político sin rumbo y sin brújula.