Si en el PRI hubiera una evaluación real del resultado electoral del pasado 6 de junio, debían de salir de la dirigencia estatal del partido Néstor Camarillo Medina e Isabel Merlo Talavera, pues literalmente no ganaron nada relevante y el partido avanzó en su proceso acelerado de pérdida de votantes. Tendría que haber ocurrido algo similar como cuando el 20 de junio de 2016 renunció a la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional priista el todo poderoso Manlio Fabio Beltrones, pues en aquella ocasión el tricolor fue derrotado en 7 de 12 gubernaturas que estuvieron en juego.
En los comicios de hace tres semanas, los únicos que tuvieron triunfos relevantes bajo las siglas del PRI fueron los caciques de la Sierra Norte, como son los casos de Lorenzo Rivera Nava en Chignahuapan y José Luis Márquez en Zacatlán, cuyas familias han tenido en más de dos ocasiones el control de las presidencias municipales.
O los triunfos que hubo en el sur, el nortes y centro del estado –como es el caso de Santa Clara Ocoyucan– que fueron obra de Antorcha Campesina, una organización que, aunque vistió los colores del PRI, oficialmente abandonó al tricolor en 2019, pero se incorporó a la alianza del PRIAN como una manera de tener siglas partidistas con que competir y pedir el voto contra Morena, luego de que fracasó en su intento de convertirse en una fuerza política local.
En cambio, en donde la dirigencia del PRI –encabezada por Néstor Camarillo Medina, como presidente—nominó a destacados cuadros del tricolor, las derrotas fueron abrumadoras, en mucho por la soberbia de no buscar alianzas con el PAN y como reflejo de la pérdida catastrófica de votantes.
Las cifras son claras, el tricolor entre los procesos electorales de 2004 y 2010 tuvo sus dos máximos de votación, por encima de los 850 mil sufragios. Pero en 2019 y ahora e 2021, ha perdido dos terceras partes de sus sufragios.
Es decir, el PRI con su actual nivel de votación en 2024, si compite sin hacer una alianza con el PAN, que es su actual salvavidas, quedaría entre el tercer o el cuarto lugar de la lucha por la gubernatura y las alcaldías.
Hay el espejismo de que el PRI fue una parte fundamental de la coalición que derrotó a Morena en la zona metropolitana de Puebla, cuando en realidad eso fue obra únicamente del PAN. La aportación priista es insignificante.
Solo hay que observar lo siguiente: todos los candidatos opositores a Morena que ganaron en el área metropolitana son de militancia panista y los votos, en su mayoría, fue de una clase media que se identifica ideológicamente con el albiazul y que salió a sufragar contra Morena por muchos motivos, desde sancionar los malos resultados de los gobiernos morenistas, hasta como una reacción a escándalos mediáticos o incluso por visiones clasistas.
Una parte muy grande de ese conjunto de votantes, son los mismos que en 2010, así como ahora salieron a sufragar contra Morena, lo hicieron en su oportunidad contra el priista Javier López Zavala en 2010 y a favor del neo panista Rafael Moreno Valle Rosas.
Fue parte de un rechazo al entonces gobernador Mario Marín Torres, identificado despectivamente como “el gober precioso”, una manifestación de hartazgo contra el dominio priista y hasta el repudio a que el candidato tricolor a la titularidad del Poder Ejecutivo, Javier López Zavala, que era visto despectivamente como “el chiapaneco”.
En el actual proceso electoral, el antipriismo que en 2010 derrotó a López Zavala y en 2018 le dio un triunfo abrumador a Morena, se ha seguido incrementando. En los municipios del centro del estado, el rechazo al PRI va del orden del 25 y hasta el 49 por ciento, según el municipio en donde se mida ese índice, lo cual significa que hay una mayoría de ciudadanos que votaría por cualquier partido, menos por el tricolor.
En los comicios del 6 de julio, aunque el PRI logró aumentar su presencia en el Congreso local, lo cierto es que su deterioro en las zonas urbanas y suburbanas del estado sigue aumentando. Quedó fuera del control de todos los municipios más importantes del estado por su tamaño población y su desarrollo económico.
Veamos ejemplos del fracaso de los candidatos impulsados por Néstor Camarillo:
En el distrito 11 de la capital, la candidata a diputada Hermelinda Macoto Chapulli, fue arrasada por Morena.
En San Martín Texmelucan hubo la necedad de no querer hacer una alianza del PRI con el PAN y se postuló al priista Alberto Pedraza como candidato a edil, que hizo un penoso papel. Si en ese municipio se hubiera unido al PRIAN, se habría evitado el eventual triunfo de la morenista Norma Layón Aarún.
Otro ejemplo fue Tehuacán, en donde el tricolor no supo observar que ya pasó la etapa de popularidad y de peso electoral de Álvaro Alatriste Hidalgo, quien fue arrasado por Pedro Tepole, de Morena y el PT.