Desde hace meses, el gobernador Miguel Barbosa Huerta sabe que en la Universidad Pedagógica Nacional (UPN) de Puebla opera un bastión que todavía se define como marinista.
Cuando el gobernador visitó la universidad, al principio de su mandato, no dudó en hablar de la terrible corrupción marinista representada por un edificio mal construido durante el periodo de Pedro Valdez Martínez como director de la UPN.
Dicho edificio, hay que decirlo, se desplomó a los tres años por la pésima calidad de los materiales utilizados.
Por fortuna, en el momento en que se vino abajo no había nadie en el lugar.
Textualmente, el gobernador expresó: “la construcción y caída de ese edificio representa el símbolo de la corrupción marinista…”.
Pedro Valdez, que se encontraba en primera fila como siempre, volteó a ver a quien estaba a unos centímetros suyo y dijo, en voz baja, metido en un cinismo singular: “El góber está mintiendo. El edificio no duró tres años, duró tres años y medio”.
Las risas cómplices estallaron disimuladamente.
En ese momento, Pedro Valdez ya no era el director de la UPN, sino un simple profesor.
Bueno, es un decir.
Vea el hipócrita lector la lista de cargos por los que cobra: es coordinador de la Maestría en Educación Básica, es gestor de titulación de la Licenciatura en Intervención Educativa, es profesor del Doctorado en Investigación o Intervención Educativa, es coordinador regional de las maestrías de la UPN en el estado, es delegado del
SNTE…
Ufff.
Y hace unos días fue nombrado, por el director Andrés Bravo Rojas, fedatario público de exámenes profesionales de todos los posgrados.
Su brutal influencia no termina ahí.
Hace prácticamente lo que quiere y sigue promoviendo nombramientos y comisiones como en sus tiempos de director.
Y es que Pedro y Andrés son dos tipos de cuidado, además de ser los alegres compadres marinistas.
Ambos frenan el desarrollo académico de la UPN, son una amenaza contra la estabilidad laboral y constituyen un obstáculo para alcanzar los objetivos de renovación política y moral del magisterio, temas, éstos, impulsados por el presidente López Obrador.
La última hazaña de Pedro Valdez —compadre, por cierto, de Darío Carmona García, titular de la SEP en tiempos de Mario Marín— es darle una plaza a una de sus amigas.
(A otra la hizo coordinadora de la UPN en San Martín Texmelucan).
Y todo eso lo hace, faltaba más, con la complicidad de Andrés Bravo Rojas.
Anabel de Lázaro Castillo, quien cursó la licenciatura en la propia universidad durante el periodo en que Pedro Valdez era director de la universidad (2008-2011) —gracias a Mario Marín Torres—, no tiene la menor experiencia académica.
Es lo que se dice una auténtica improvisada.
La plaza que ya ejerce consiste en atender las Prácticas Profesionales de los alumnos del octavo semestre de la Licenciatura en Administración Educativa, una materia tradicionalmente impartida, debido al grado de complejidad, por una doctora en educación egresada de la UNAM y perteneciente al Sistema Nacional de Investigación.
La duda mata:
¿Por qué condenar a los estudiantes de la UPN a la mediocridad para satisfacer los caprichos y fantasías de un poderoso cacique universitario?
La amiga inexperta de Pedro Valdez está enseñando la misma materia que casi deja fuera de la universidad a la profesora Gabriela Molina Herrera, una vez que se negó a impartir esa materia.
La profesora, con larga experiencia en la docencia y con mucha honestidad intelectual, se negó a dar la materia de Prácticas Profesionales, porque la considera una alta responsabilidad, y, por el momento, necesita concentrase en terminar sus estudios de doctorado. El conflicto llegó hasta el jurídico de la SEP.
La ira de Pedro y Andrés —faltaba menos— se desató contra ella.
Con el criterio académico expuesto por los directivos de la UPN a la profesora Gabriela Molina —el mismo que la tiene al borde del cese laboral— parece complicado entender cómo contratan a Anabel de Lázaro Castillo.
Complicado, pero no imposible.
En este caso, como en otros más, hay también un criterio político.
Pedro y Andrés necesitan votos incondicionales.
Muchos votos.
¿Para qué?
Para ganar las elecciones que ya están arreglando “democráticamente” en vías de la sucesión del bastón de mando.
En ese sentido, necesitan profesores y profesoras con el perfil de Anabel de Lázaro Castillo —necesitadas del trabajo— para doblegarlos más fácilmente y usarlas como instrumento de guerra.
Por eso se niegan a sacar las plazas vacantes a concurso de oposición abierta, como por ley debiera ser.
No está de más decir que las elecciones de la UPN siempre han sido una farsa, pues son controladas desde la dirección y lo eran también desde la SEP.
Ante este escenario priista, absolutamente marinista, urge la intervención de las autoridades educativas para limpiar las prácticas de corrupción de la UPN de Puebla.
Todo está listo para que los patriarcas y propietarios de la UPN de Puebla empiecen a organizar la fastuosa ceremonia en la que Andrés Bravo Rojas le cederá el bastón de mando a Pedro Valdez Martínez como nuevo director de la institución.
Aunque usted no lo crea.
Compadre 1 le pasará el bastón de mando a Compadre 2.
Juntos los compadres continuarán mandando y mangoneando.
Es lo que hay.