Los gritos hasta altas horas de la madrugada, humillaciones e insultos hacia los pacientes y otras actividades sospechosas de una supuesta clínica de coaching -entrenamiento psicológico- situada en la colonia Volcanes levantaron desde hace meses las sospechas de los vecinos quienes denunciaron a El Sol de Puebla que tras la promesa de una mejor autoestima se esconde una peligrosa secta.
Desde hace cuatro meses los vecinos de la calle 17 Sur a la altura de la 31 Poniente, en la colonia Volcanes, no duermen. Es el tiempo en que Live Puebla abrió sus puertas en una bodega del número 3106 A, lugar desde el que varias noches a la semana se escuchan en toda la manzana y a todo volumen gritos de angustia, golpes e insultos.
La promesa de un coaching vivencial -entrenamiento personal de tipo psicológico para ayudar a alguien a encontrarse a sí mismo o aumentar su autoestima mediante actividades dirigidas- que aparece en los formularios de inscripción de Live Puebla es, en realidad y tal y como denunciaron los vecinos afectados resguardados bajo el anonimato, una estrategia para manipular las mentes de los muchos jóvenes que acuden al lugar.
EXTRAÑOS MÉTODOS APLICADOS A JÓVENES
Muchos de los clientes, quienes pagaron alrededor de 2 mil 500 pesos por un curso de cuatro días, son universitarios procedentes de instituciones privadas como la Universidad de las Américas Puebla (UDLAP), el Instituto Tecnológico de Monterrey o la Universidad Madero, tal y como muestran los gafetes de sus vehículos avistados por los vecinos.
“¡Desquita tu coraje!” o “¡No sirves para nada!” son sólo algunos de los gritos dirigidos a los pacientes que los vecinos escuchan con frecuencia desde sus casas. En una visita nocturna al lugar, El Sol de Puebla tuvo la oportunidad de comprobar cómo los alaridos de angustia y las entonaciones rítmicas traspasaban las paredes de la hermética bodega de la que sólo un improvisado cartel en el que se lee “Centro de Acopio” anuncia su existencia.
A pesar de que las extrañas actividades se suelen realizar a puerta cerrada, los vecinos pudieron ver hace unas semanas cómo varios clientes -“jóvenes de aspecto normal”- salieron al exterior del recinto cubiertos con carteles en los que se podía leer “groserías e insultos”. Poco tiempo después la escena se repitió con sólo una diferencia: esta vez en los carteles se leían palabras como “felicidad”, “belleza” o “amor”.
El atractivo señuelo de conseguir una vida mejor y explotar todo el potencial de la mente cautiva a los jóvenes a los que, según denunció María, nombre ficticio de una vecina afectada, son golpeados y tentados con sustancias estupefacientes. “En una ocasión tuvo que venir una patrulla porque una chica había bebido un extraño brebaje y se desmayó”, relató.
A los episodios de “violencia psicológica”, gritos de angustia y golpes, le sigue, pocos días después, la celebración de ruidosas fiestas, expresiones de alegría y música a elevado volumen. “En mi opinión se trata de crear inseguridad, dolor, para después aplicar calma”, expresó Claudia, también nombre ficticio tras el que se esconde una vecina angustiada. “Es un proceso típico de las sectas”.
ENTRENAMIENTO ONTOLÓGICO
El secretismo que envuelve a Live Puebla, en cuyas numerosas normas se especifica no realizar algún tipo de grabación o tomar anotaciones durante las sesiones, aumentó la preocupación de los vecinos quienes, y siempre según su versión, en diversas ocasiones intentaron hablar con la encargada, que responde al nombre de Evelyn.
“Nos prometen que el ruido se va a acabar pero nunca sucede”, se quejó María, quien lamentó que la policía, después de acudir al lugar varias veces, no hiciera nada más que pedir a la encargada que “bajara el ruido”.
Después de que este periódico se pusiera en contacto en dos ocasiones con Evelyn, encargada de la clínica y quien no quiso proporcionar su apellido, pudo recabar la escueta versión de Live Puebla. Según Evelyn, la institución se dedica a proporcionar un “entrenamiento de coaching ontológico” en el que los gritos a altas horas de la noche “son necesarios” como parte del proceso.
La joven, quien no quiso facilitar algún tipo de certificación de la clínica o de los profesionales que la sustentan, se limitó a pedir a los vecinos que “no molestasen más”. “Yo no me meto en sus casas a molestar”, concluyó.