Al más puro estilo del Martin Scorsese de “Buenos Muchachos”, Memo Nares asaltó a Alfonso Esparza en la esquina de la 4 sur y la 3 oriente.
(Ojo puristas: Lo asaltó en el sentido de acometer).
El rector salía del Edificio Carolino con un grupo de seguidores, cuando Nares —metido en su papel de Joe Pesci de la Pipitilla— le salió al paso al también candidato a la Rectoría de la BUAP.
Entonces ocurrió lo que suele pasar en estas historias: se dieron las manos, se abrazaron, se dijeron “qué gustazo” y se quedaron callados unos breves (incómodos) segundos.
Nares arremetió entonces con una serie de peticiones tan absurdas que lo llevaron a elevar el papel melodramático que se asignó a sí mismo, lo que dio lugar a que todos los ahí reunidos escucharan.
Mal actor de sus emociones, empezó a pedir de todo: desde plazas para sus allegados, hasta la mismísima Secretaría General de la BUAP.
Esparza mantuvo la calma y no dejó de sonreír.
Memo, en cambio, arremetía casi al borde de las lágrimas: “y quiero que me respeten y me digan doctor, y que cada vez que pase por donde pase tengan la deferencia de voltear a verme y me saluden, y que cuando me encuentres me digas “¡qué pasó, hermano, mi gran amigo”, y que cuando sea tu informe me agradezcas enormemente el legado que he creado en nuestra máxima casa de estudios!”.
En eso estaban cuando se acercó Julio Galindo y algo le comentó a Alfonso Esparza.
El asalto concluyó y cada quien se fue por donde Dios les dio a entender.
No faltó quien se acercara a Memo y le preguntara sobre el tema de la conversación.
Pesci, entonces, convertido en Memo Nares refunfuñó algunas frases y se alejó del sitio como si hubiera nacido en Pénjamo.
El rector Esparza —el candidato Esparza— siguió su camino hacia el lugar de donde curiosamente salió: el Carolino.
La Rectoría de la BUAP.