De todas las expresiones de crítica y repudio que en lo que va de este sexenio se han granjeado a pulso los diputados de la LVIII Legislatura, la más elocuente volvió a correr a cargo de la juventud poblana que ayer, a propósito de las marchas y otras manifestaciones de defensa de Petróleos Mexicanos (Pemex), aventaron verduras a la puerta del Congreso local, como marcan los cánones cuando la función decepciona o enerva.
“¡Cerdos!” “¡Basura!” “¡Estiércol!” “¡Mierda!” “¡Vendidos hijos de puta!”, imputaron decenas de muchachos y adultos cuando los más aguerridos del contingente –que ayer desfiló por una ruta poco ortodoxa en las movilizaciones que se hacen en la Angelópolis–, arrojaban coles, lechugas, tubérculos, manojos de cilantro y hasta de hierbas silvestres a las puertas del edificio que en este trienio ha sido escenario de la mayor postración antes vista del Legislativo al poder del gobernador.
Congruentes con sus principios, los activistas no utilizaron latas, botellas, pañales u otras inmundicias de contaminación perenne, sino material orgánico, biodegradable: verde, primordialmente, pero también de otras tinturas originales de la tierra.
Y luego, sacaron al Judas que identifican como el peor traidor de la nación: una efigie de Carlos Salinas de Gortari a la que prendieron fuego para regocijo de todos quienes atestiguaron la hoguera, incluso de algunos policías que venían en el dispositivo –patrullas incluidas–, quienes los venían siguiendo desde el Paseo Bravo y que se codeaban discretamente, divertidos, hasta que a alguien se le ocurrió patear el cráneo del monigote y otros lo siguieron, dando los restos encendidos a la puerta del edificio, que empezó a prenderse.
Pero la intención de los jóvenes no era quemar el edificio ni mucho menos, aunque ganas no les faltaban, a ellos y a quienes los acompañaban o veían lo que sucedía.
Por eso, vaciaron casi de inmediato las botellas de agua que llevaban en sus provisiones para apaciguar la sed de una caminata a plomo de sol y extinguieron el exabrupto.
Los de uniforme, que no llevaban toletes ni armas, parecían desconcertados cuando la entrada al recinto empezó a arder. Un par se animó a encarar a los chamacos, pero fueron detenidos por el que llevaba el mando, quien no se separaba del walkie–talkie.
Pero no intervino. La fuerza pública se mantuvo al margen.
Y también, cosa por demás extraña, los policías actuaron como seguridad pública, porque prosiguieron con su labor de escoltas, bloqueando por minutos la circulación de las calles transversales, en donde los pocos automovilistas que a esa hora circulaban –11:30 horas, aproximadamente– no recurrieron ni una sola vez al claxón. Cosa extraña.
Así, la marcha siguió como venía, sin ningún incidente. Salvo uno menor: un fotoperidista que tal vez no entendió, o no quiso entender, que se trataba de una muestra de rabia pacífica, se confrontó a empujones e improperios con un cuarteto de muchachos cuando no quiso atender la solicitud comedida de un joven que le pidió que identificara el medio para el que daba cobertura.
Los chavos y chavas, encapuchados con paliacates o chamarras, con la cara desnuda los más, decidieron improvisar cuando, antes del fuego, no les permitieron ir directo del Reloj del Gallito por Reforma, con el pretexto de que esa, la calle más importante de la ciudad, está reservada los domingos para los paseos familiares en bicicleta.
Optaron por caminar a través de la 11 Norte y desembocar por la 10 Poniente, atravesando la zona más viva y popular del Centro Histórico. Un periodista que estaba muy lejos de los hechos comentó que tal vez no querían que los vieran. Pero la intención fue muy distinta y más tarde, cuando la protesta se había consumado, una jovencita la explicó al reportero que cuestionaba: “Queríamos que nos viera la gente del mercado, la que hoy hace su recaudo, queremos que nos vea el pueblo trabajador, el que más está sufriendo y el que más va a sufrir con las reformas de Peña Nieto”.
Tomaron por la 9 Norte–Sur. Pasaron por el mercado La Victoria, de ahí a la sede legislativa y luego por la 16 de Septiembre al zócalo.
En la encrucijada de la 16 y Reforma, para darle el sello que se merecía ante paseantes y turistas que gozan de los paraguas y mesas a cielo abierto, el contingente, disciplinado, se postró e inició la Cuenta del Ocho. Y en estampida alegre, corriendo libres, los muchachos llamaron la atención de todos y hasta aplausos se ganaron del improvisado público, que les tomaba fotos y videos.
Frente al Palacio Municipal, las mentadas de madre, los caracoles en orquesta y la clásica honrosa: también para McDonalds, los bancos y comercios: “¡Esos son, esos son los que chingan la nación!, ¡esos son, esos son los que chingan la nación!”.
Y luego, el vocero, a cargo del discurso, reclamó lo necesario: la solidaridad con la lucha de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación, con los migrantes, los campesinos, la brega de los pueblos contra las mineras, los activistas e intelectuales que se oponen al saqueo al país. Con Siria, acosada por los intereses de los imperios.
Hicieron un llamado a la organización, a fundar mediante asambleas El Frente Poblano de Defensa de la Patria, no sólo para oponerse a los flagelos, sino para proponer alternativas justas, democráticas y viables para el estado y para México, lejos de las instituciones que avalan los fraudes, el latrocinio transnacional y los partidos que les dan comparsa.
Sentido fue el reclamo al sistema que les arrebató a sus padres la vida libre, que los esclaviza en el trabajo, de una vida sometida a la obediencia, el pago perpetuo de las existencias privilegiadas del poder y las deudas del día a día.
Y nuevamente vino el fuego, ahora sobre una bandera con los logos de las franquicias partidistas del Pacto por México: PRI, PAN, PRD y Panal, coincidentemente, las mismas que hoy respaldan las políticas del gobernador local.
Se entonó el Himno Nacional. Alguien al micrófono pidió que, por respeto, se despojaran de sombreros y mascaradas. Pero una joven dijo que no. Que los embozos se mantuvieran porque eran una manifestación de seriedad y de respeto. De esa forma, encapuchados y no, avanzaron entonando hacia el asta bandera y ahí, otros viejos luchadores que están en plantón o dispusieron puestos para la ocasión cantaron emocionados. Un viejo lagrimeaba con el puño en alto.
Se dirigieron, cuando todo terminó, a la estructura blanca que un ayuntamiento de fugaz recuerdo colocó a manera de ofrenda navideña. Lo usaron de biombo para quitarse las caretas y así salieron al espacio público.
La próxima vez que vuelvan a salir está fechada para el 15 de septiembre