Hablar de derechos humanos suele ser un terreno reservado para adultos, políticos y funcionarios públicos. Y esto es algo equivocado. La garantía y acceso a los derechos humanos son fundamentales para todos, independientemente de la edad. La cultura de la legalidad y la educación en derechos humanos son pilares indispensables para combatir la violencia y la corrupción en nuestro país.
Es crucial que desde temprana edad se eduque e involucre a las niñas, niños y adolescentes en estos principios. El desconocimiento de nuestros derechos nos deja vulnerables a su violación, sin la capacidad de reconocerla y denunciarla. Sólo cuando comprendemos este marco somos capaces de identificar injusticias y exigir su cumplimiento. El conocimiento y la formación nos otorga libertad y nos protege.
Si queremos proteger a nuestra juventud, debemos empoderarla mediante la educación en derechos humanos y cultura de la legalidad. Estas herramientas les permitirán reconocerse como sujetos de derechos, incluido el derecho a una vida libre de violencia. Es alarmante ver cómo, solo en enero de 2024, se reportaron 2,759 delitos contra menores de edad, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad.
La participación ciudadana y el activismo no son exclusivos de los adultos. Es necesario que las nuevas generaciones se involucren en estos temas para comprender el entorno que les rodea y hacer oír sus voces. El activismo infantil es esencial para visibilizar las necesidades de los menores en una sociedad que a menudo los ignora.
Algunos casos de pequeños activistas que se han visibilizado gracias a las redes sociales son el de Sofía Molina que desde los 10 años de edad ha defendido la conservación de especies en México o Karen de Aquino quien fue Premio Nacional de Juventud por exponer temas que preocupan a niñas, niños y adolescentes.
Como vemos fomentar la educación social, legal y política, así como abrir espacios para escuchar aniñas, niños y adolescentes, nos permitirá satisfacer mejor sus necesidades y protegerlos de manera más efectiva. Debemos reconocer su capacidad cognitiva y emocional, así como su derecho a ser tratados con dignidad y respeto.
Ejemplos inspiradores de la participación de la juventud no faltan, desde el estudiante que documenta el maltrato en su salón de clases hasta los jóvenes activistas que luchan por causas ambientales o sociales. Debemos dejar de subestimar el potencial de la infancia y escuchar sus dudas, ideas y aportaciones, construyendo juntos un México más justo y equitativo.
En lugar de imponer nuestra verdad como adultos, debemos trabajar para crear oportunidades y espacios donde las niñas, niños y adolescentes puedan florecer y contribuir al cambio positivo de nuestra sociedad. La educación en derechos humanos es la base sobre la cual podemos construir un futuro más justo y prometedor para todos.
Sigue a Valeria Segura
Instagram: @psic.valeriasc
valeriasegura.com