Era un día veraniego –hacía calor–, en un hoyo funky –como los bautizó en los años 1970 el escritor Parménides García Saldaña–; fue en algunas de las Cholulas –no recuerdo cuál de las tres.
Alejandro Lora Serna estaba tirado en el templete de una bodega, que seguramente servía para facilitar la carga de costales o cajas a los camiones. Se empinaba una cerveza Corona de botella. “Está chido este lugar, ¿verdad?”, dijo mientras repartía autógrafos a quien quisiera acercársele, previo a la tocada de ese verano del año 1987, en el que abundó el gozo y otras cosas.
Lo volvería a ver en persona unos tres años después, en sandalias, recargado sobre una camioneta en la cochera de su casa; me regaló un libro y unos discos. Entonces vivía en Camino al Desierto de los Leones, al sur de la Ciudad de México, y me había dado una entrevista, la primera que hice con un personaje de esa magnitud.
Alejandro Lora Serna nació en la ciudad de Puebla el 2 de diciembre de 1952, por los rumbos de la iglesia de la Medalla Milagrosa. Su papá fue un militar y su madre empleada de alto nivel del Gobierno federal, quien buena parte de su vida laboral se desempeñó en la Secretaría de Relaciones Exteriores (SRE).
Pero eso es solamente referencia. Lora es la personificación de la lucha contra el fascismo a través del arte; así hay que decirlo, sin regateos.
Cuenta él como aniversario de la fundación de su grupo El TRI (antes Three Souls In My Mind) el 12 de octubre de 1968, cuando ofreció una tocada en forma y apenas tenía 16 años de edad.
Habían pasado apenas 10 días de la masacre de la Plaza de las Tres Culturas en Tlatelolco y parársele al Gobierno, para decirle con todas sus letras que robaba, que era corrupto y que hacía un pésimo trabajo, era una tarea suicida.
Hablarle directamente en las canciones al entonces expresidente Gustavo Díaz Ordaz, que apenas había dejado la silla, para reprocharle que se reprimiera el incipiente rock nacional era temerario y kamikaze.
Más todavía, echar en cara al presidente Luis Echeverría Álvarez que cogobernara con su esposa, María Esther Zuno, y que se gastara nuestros impuestos en frivolidades, era demencial y valiente.
“Muchos azules / En la ciudad / A toda hora queriendo agandallar, no ya no los quiero ver más / Y las tocadas de rock / Ya nos las quieren quitar / Ya solo va a poder tocar, el hijo de Diaz Ordaz”. Canción “Abuso de autoridad” (1973).
“La familia de Echeverría / A un gran viaje se piró / Doña Esther y su marido / Se fueron a dar un rol / Y es que nuestros impuestos están trabajando”. Canción “Nuestros impuestos” (1974).
Desde el arte, con un poco de inconciencia juvenil, con muchas ganas de dar, como él dice, de gritos y guitarrazos, Alejandro Lora Serna contribuyó a la lucha contra el fascismo mexicano más feroz, en las últimas décadas del siglo pasado.
Luego dio la lucha por el rock en las calles y en los medios masivos y le dio su identidad nacional. Es también el poblano un nacionalista, sin tener que erigirse así desde un púlpito político.
El 15 de febrero, en el Auditorio GNP, Lora y su grupo festejaron tardíamente el final de su gira por 55 años, pues ya cumplió 56 y el próximo 12 de octubre cumplirá 57 años de rocanrolear.
Hubo lleno completo y más de 37 mil personas corearon sus canciones por más de cuatro horas y media de concierto.
Hay cinco generaciones que han cantado a El TRI y que han rocanroleado con Lora Serna, quien ha trascendido de la represión al acogimiento del rock nacional en los medios y ahora en la era de las redes sociales ha conservado su esencia. Su voz sigue impecable e igual que en los años 1970.
Es un músico contundente y un cronista del México contemporáneo. Tiene 72 años y se mueve por todo el escenario como si tuviera apenas la mitad de esa edad.
Durante las cuatro horas y media de concierto no se sentó ni una sola ocasión y se dio el gusto de cantar con mariachi y hasta encabezar el coro masivo del Himno Nacional Mexicano que remató con mentadas de madre a los corruptos.
Hay muchas trincheras en la lucha por la justicia social.
Una guitarra, una canción y el corazón que arde apasionado, también pueden ser poderoso fusil.