Hubo una época en la que había espacios vacíos en los mapas. Eran extensiones geográficas por conocer y conquistar. El camino para alcanzarlo estaba lleno de riesgos y aventuras. El éxito no estaba asegurado, pero la recompensa era el descubrimiento. Hoy en día se representan sin espacios vacíos y el mapamundi es abarcable casi por completo. De hecho, la tecnología abre ventanas al planeta para que lo observemos sin necesidad de salir de casa. Aun así, la aventura nos sigue seduciendo como lo ha hecho a lo largo de toda la historia de la humanidad. Necesitamos conocer el mundo en directo, continuamos teniendo las mismas inquietudes de los que fueron pioneros en el viaje; como Thor Heyerdahl, quien fue un explorador noruego que emprendió el 28 de abril de 1947 una apasionante aventura: llegar a la Polinesia desde Perú en una balsa de madera a la que bautizó como Kon Tiki. Tras numerosas peripecias, la peligrosa travesía se saldó con éxito en agosto de ese mismo año.
La expedición fue financiada con préstamos y además recibió donaciones del Ejército de Estados Unidos en forma de comida enlatada, sacos de dormir y diversos instrumentos de radio y medición. Para llevar a cabo su aventura, Heyerdahl reclutó a cinco tripulantes, cada uno experto en un área concreta. Antes de emprender la aventura, el equipo puso rumbo hacia Ecuador en busca de la madera que usaría para la construcción de la balsa, y desde allí viajó hasta Perú donde se fabricaría.
Varios expertos afirmaron que la balsa (construida con nueve troncos de 13,7 m de largo, unidos entre sí con lazos de cáñamo y con otros troncos unidos transversalmente) se desintegraría antes de llegar a su destino. Pero tras 101 días de navegación llegaron a la Polinesia.
En tiempos recientes, es el caso de “Soltando Amarras”, una familia poblana que decidió emprender el viaje y recorrer el mundo en velero durante 3 años. El sueño surgió cuando en su juventud, el capitán Alejandro Irigoyen se planteó la idea de recorrer el planeta en altamar. Así, con el paso del tiempo y tras formar una familia, su esposa e hijos se integraron a esta travesía.
El proyecto inició hace más de 20 años y para lograrlo, los integrantes se desprendieron de lo material, se alejaron de la tierra, pero se reencontraron con la paz. La confianza y el amor en familia fue la bandera que los impulsó, el lema con el que la familia Irigoyen Sánchez le dio la vuelta al mundo fue: “Navegando a vela con un mensaje de paz”.
Alejandro Irigoyen, Bernadette Sánchez y sus hijos, los pequeños marineros, Alexa, Diego y Vital, zarparon el 10 de marzo de 2019 en Acapulco y regresaron el 9 de julio de 2022 en Veracruz. Durante ese tiempo convivieron en familia, enfrentaron la pandemia como el resto del mundo, pero los niños aprendieron mucho, ya que tuvieron la cercanía con la naturaleza y el contacto con diferentes culturas. Fue un trabajo bastante enriquecedor a su corta edad.
Los cinco integrantes recorrieron el océano Pacífico, Mar Rojo, Mediterráneo, Atlántico, Caribe y Golfo de México. Durante más de tres años viajaron 30 mil millas náuticas y conocieron más de 30 países. Aprendieron a ser desprendidos de los objetos materiales, a tolerar la frustración y que lo más importante es la calma.
Pareciera que en estos tiempos el aventurarse es peligroso y complicado, pero son los riesgos los que te hacen formar parte de la historia.
¡Viajemos Juntos!