En un hecho sin precedentes, México ha elegido a la primera mujer presidenta de su historia: Claudia Sheinbaum. Este hito marca un cambio significativo y esperanzador para millones de mujeres en nuestro país, reflejando la fuerza y determinación del movimiento feminista que ha ganado impulso en los últimos años.
El panorama electoral de 2024 fue dominado por mujeres candidatas, una tendencia que no es fortuita. El 52% de las personas votantes en México son mujeres, lo que subraya el poder e influencia de este segmento en la política nacional. A esto se suma la creciente visibilidad y reivindicación de los derechos de las mujeres, impulsada por el movimiento feminista. Cada 8 de Marzo, las calles se llenan de mujeres que alzan la voz para visibilizar la grave situación de violencia de género que enfrentamos en México. Las cifras son alarmantes: diariamente, 11 mujeres son asesinadas, muchas veces a manos de hombres cercanos a ellas. Además, cientos de crímenes de violencia contra las mujeres se registran en todos los espacios, incluidas las instituciones.
La elección de una presidenta mujer es un reflejo del esfuerzo constante de las mujeres mexicanas por hacerse visibles y exigir sus derechos. Sin embargo, su mandato trae consigo una gran expectativa. La presidenta deberá abordar con urgencia la deuda histórica que el país tiene con las mujeres, priorizando una perspectiva de género en la solución de los grandes problemas de violencia que enfrentamos.
Como activista feminista, considero que la ciudadanía debe empoderarse durante este mandato. No podemos conformarnos con esperar que la presidenta haga un “buen trabajo” sin más; debemos supervisar y evaluar constantemente su gestión. Al final del día, los gobernantes trabajan para las y los mexicanos, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que las decisiones que se tomen no perjudiquen más la salud del país, su economía o su estabilidad.
Las mujeres de México debemos recordarle a la nueva presidenta que estaremos atentas, vigilantes y dispuestas a contribuir activamente. Solo una ciudadanía informada, exigente y preparada para manifestar su inconformidad puede cambiar el rumbo del país, no solo los gobernantes.
La elección de la primera mujer presidenta no es solo un triunfo político, sino un llamado a la acción para todas las mujeres y niñas mexicanas. Es un recordatorio de que, aunque hemos avanzado, aún queda un largo camino por recorrer en la lucha por la igualdad y la justicia. La verdadera transformación vendrá cuando todas nosotras, como sociedad, nos mantengamos unidas y firmes en la defensa de nuestros derechos y en la construcción de un país más justo y equitativo para todas y todos.
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Neuropsicóloga infantil y Activista