El lunes 15 de julio, el Congreso de Puebla, con una valentía digna de una película de Spielberg, despenalizó el aborto, convirtiéndose en el estado número 14 de México en permitir que las mujeres interrumpan su embarazo antes de las 12 semanas sin temor a ser encarceladas. Afuera del Congreso, la escena era digna de una tragicomedia de Shakespeare: activistas celebrando con júbilo los 29 votos a favor, mientras que, del otro lado, fanáticos arrodillados en un despliegue de devoción dramática rezaban para que la Virgen María interviniera contra “la mano de Satán”. Esto, queridos lectores, no es más que un show que ilustra a la perfección la hipocresía y el profundo cinismo que se ocultan detrás de la agenda provida.
El gobernador electo de Puebla, Alejandro Armenta, se unió a la fiesta de la ironía al destacar que debemos dejar de lado la hipocresía. Como dijo con mordacidad: “Diferenciar entre promover el aborto y despenalizarlo es crucial. Es un asunto de libertad de conciencia para permitir a la mujer decidir sobre su cuerpo, un derecho constitucional”. Su reflexión sobre por qué no despenalizamos drogas o edulcorantes, considerando que la obesidad es un lucrativo negocio farmacéutico, es una crítica mordaz a la incoherencia que reina en la agenda provida. Como el escritor Mark Twain solía decir: “Es más fácil engañar a la gente, que convencerlos de que han sido engañados”.
Es fascinante observar cómo la agenda provida, presentada como una cruzada moral en defensa de la vida, se convierte en una herramienta política maquiavélica. Estos políticos no están en la lucha por la vida, están en la lucha por el poder. Usan el tema del aborto como un señuelo para movilizar a una base electoral fiel y mantener su control. Como dijo el célebre escritor George Orwell: “El poder no es un medio, sino un fin en sí mismo. No se establece una dictadura para salvaguardar una revolución, se hace la revolución para establecer la dictadura”.
Y no olvidemos el elemento financiero que sostiene este teatro. La agenda provida no sería lo que es sin las generosas donaciones de grupos adinerados como los Koch Brothers y la familia DeVos, quienes no buscan simplemente una foto con un bebé sonriente, sino beneficios fiscales y estrategias de inversión que moldean la política a su favor. Las organizaciones como el Family Research Council y la Susan B. Anthony List actúan como intermediarios, canalizando estos fondos hacia políticas restrictivas, mientras las verdaderas necesidades, como servicios de adopción y cuidado prenatal, reciben migajas. La ironía aquí es tan palpable como la que el dramaturgo Oscar Wilde capturó: “La hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud”.
La influencia religiosa en la agenda provida es otro pilar de este entramado. Las organizaciones religiosas se erigen como guardianes de la moralidad, usando la defensa de la vida como una excusa para regular la sexualidad y la autonomía de las mujeres. Es irónico, para no decir absurdo, que estos defensores de la vida se mantengan en silencio cuando se trata de defender a los niños ya nacidos que sufren en la pobreza. Human Life International y Alliance Defending Freedom, entre otros, financian campañas para “defender la vida” mientras ignoran la miseria de millones de niños. Es más fácil controlar el cuerpo de una mujer que limpiar la propia casa, como diría el filósofo Friedrich Nietzsche: “Quien lucha con monstruos debe tener cuidado de no convertirse en uno”.
La verdadera batalla aquí no es por la vida, sino por la libertad y la dignidad de cada persona. La despenalización del aborto en Puebla no es solo una victoria para los derechos reproductivos, sino un desafío a la hipocresía que se esconde detrás de la agenda provida. La moralidad es utilizada como pantalla para intereses políticos, económicos y religiosos. Como dice el refrán: “No hay peor ciego que el que no quiere ver”. Mientras unos celebran y otros rezan, los titiriteros detrás del telón continúan moviendo los hilos a su favor.
En conclusión, que se despenalice el aborto no significa que sea una obligación para nadie; es una decisión personal. Como alguien que está a favor de la vida, creo firmemente en el derecho de cada mujer a decidir sobre su propio cuerpo. Debemos resistirnos a caer en el juego de poder y control de las organizaciones que, bajo el disfraz de la moralidad, manipulan la agenda provida. Como el filósofo Jean-Paul Sartre dijo una vez: “El hombre está condenado a ser libre”. Así que, mientras el espectáculo continúa, no olvidemos que la verdadera batalla es por la libertad y la dignidad, no por el control y la hipocresía.
Gerardo Herrera López es Director Editorial de AG Medios Noticias, columnista para W Radio Puebla, conductor del programa Zona de Fuego. Síguelo en X como @Gerardo_Herrer
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