No tengo duda que el presidente municipal de Puebla, Eduardo Rivera Pérez, es un político de las nuevas generaciones que trabaja día a día por lograr sus metas, sus objetivos y cada proyecto que se fija, esta ocasión en beneficio de los poblanos.
Tampoco es, y estoy seguro, un funcionario público de esos que se marean cuando se suben a un papel de celofán. Conozco al edil desde hace algunos años y se que su integridad está demostrada, que su carácter es firme y está blindado, que su disposición es la de un hombre convencido de lograr beneficios concretos para los poblanos y que su único interés es crear una mejor calidad de vida en Puebla capital.
No creo que Eduardo Rivera sea un hombre mal intencionado, es un hombre preparado, estudiado, culto, formado y con altura de miras. Es, más bien, un político y/o un funcionario muy confiado, demasiado diría yo.
Y es que existe una brecha muy grande entre las malas intenciones y la confianza excesiva. Es decir, el edil, junto con su equipo de trabajo más cercano está haciendo bien las cosas y me consta pero es demasiado confiado.
Tan sólo la madrugada del sábado pasado, cuando se llevó a cabo el operativo alcoholímetro colegiado, el ayuntamiento de Puebla desplegó un mega operativo en la Avenida Juárez y la 29 oriente. Al evento acudieron secretarios, directores y mandos medios de las diferentes dependencias municipales, y para sorpresa de todos el evento lo encabezó el edil Eduardo Rivera.
El operativo, el primero de la actual administración municipal, contó, incluso, con el apoyo de ciudadanos voluntarios que estuvieron revisando personalmente la ejecución de las acciones de los servidores públicos y, desde luego, de los ciudadanos. Revisaron el estado de los conductores de vehículos y amablemente explicaron las acciones de la autoridad.
Eduardo Rivera estuvo presente en las diferentes etapas del operativo. Pidió a los poblanos su comprensión y paciencia para ser parte del trabajo que emprendieron sus funcionarios, así que permaneció en el lugar casi hasta que concluyó el operativo alcoholímetro pasadas las 2 de la madrugada.
Lo mismo sucedió con la homologación de los salarios de los regidores. Eduardo Rivera presenció un punto de acuerdo aprobado por el Cabildo pero que fue votado bajo responsabilidad de los cabildantes del máximo órgano de gobierno de la ciudad.
La intención del punto de acuerdo, como lo explicó el edil, fue simplemente trasparentar los recursos que son destinados al pago quincenal de los funcionarios y así poder evitar la discrecionalidad.
Y es algo muy sencillo, antes se pagan sueldos y apoyos a los regidores poblanos según su trato a la presidenta municipal. Es decir, los líderes de fracciones ganaban entre 40 y 45 mil pesos, mientras que el resto obtenía un salario entre 35 y 40 mil pesos.
Los pagos se hacían conforme aquel dicho popular: “según el sapo es la pedrada”. Y es que en algunas ocasiones los salarios llegaban hasta los 90 mil pesos, quien sabe porque.
Así que aplicando la misma política de “amigos y enemigos”, o aquella que dice que “a los amigos la ley y gracia, mientras que a los enemigos la ley a secas”. Sin embargo esa era la política de la pasada administración, esa de la que hoy presumen pulcritud y decencia.
Porque irregularidades financieras en la administración pasada quien sabe si hubo o no, por lo pronto aún no me consta. Lo que si es un hecho es que se dieron pagos a personas que nunca trabajaron y que sólo prestaron sus nombres para cobrar. Eso muy pronto se esclarecerá.
El caso es que en el ayuntamiento claro que no todo es de color de rosa. Lo interesante es que eso no es culpa del presidente municipal, más bien por el exceso de confianza y buena voluntad.
Así que ojalá el edil y su equipo pongan atención en áreas como Seguridad Pública, donde no todos sus hombres tienen puesta la camiseta, toda vez que algunos, como dijeran hoy los jóvenes, nomás tiran la hueva. Y esto se da en los mandos medios, en el área de prensa, particularmente.
Otro problema que podría darle dolores de cabeza está en le Instituto Municipal de Deporte que encabeza Sandra Ximena Mata Zenteno, y ni siquiera por ella. El problema es que la comunicación y difusión de sus acciones nomás no se ve, ni se escucha. Duerme el sueño de los justos.
Por cierto, ojalá y el tesorero municipal, Arturo Botello Vargas, aplique aquella histórica recomendación melquiadista para hacer política. Ojalá que para la próxima se ponga una bolsa de hielos en la cabeza y no pierda la figura, mucho menos frente a los reporteros.
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