Aunque el candidato a la gubernatura de Puebla por Morena y por la coalición “Sigamos Haciendo Historia”, el senador Alejandro Armenta Mier, se dispuso a tratar de apaciguar en enfado y la calentura de los aspirantes a las diputaciones que no fueron electos, los ánimos no terminan por unificarse en su partido.
Aún existe malestar y encono entre la militancia y algunos liderazgos.
El motivo no es otro que la distribución de las candidaturas a diputados federales y diputados locales.
Y aún falta entregar las referentes a las presidencias municipales.
En particular, por dos personajes que, por cierto, a estas alturas ya debieron haber amarrado su candidatura para intentar llegar al Congreso del Estado abanderado por el partido de la 4T.
Me refiero a Graciela Palomares Ramírez y a María de la Barreda Angón, la primera exaspirante a la candidatura al gobierno por Movimiento Ciudadano (MC), y la segunda exfuncionaria del gobierno de San Pedro Cholula y esposa del malogrado diputado local sin partido Eduardo Alcántara Montiel.
La rebelión morenista se alzó debió a la postulación de ambas políticas, quienes, desde luego, resultan ajenas a Morena y a los privilegios que se supone el partido de la 4T debería otorgar con exclusividad a sus líderes y fundadores.
Ambas, hay que decirlo, ya provocaron la desunión entre morenistas puros y renovadores, así como un conflicto permanente que muy difícilmente se va a poder borrar y que amenaza aparecer el 02 de junio próximo.
Y es que la llegada tanto de Grace como de María, aseguran, es producto de una negociación con sus respectivos interlocutores.
En el caso de Grace Palomares, dicen, ella obedece no necesariamente a la relación directa
con Alejandro Armenta, sino a la cercanía y afecto con uno de sus más cercanos operadores.
Juran y perjuran que a Grace la favoreció el amor.
Mientras que a María se ha encargado de asesorarla bien su marido, el diputado Eduardo Alcántara, a quien lo mueve la ambición y el dinero.
Una clásica operación blanco y negro.
Blanco por las circunstancias tan prósperas y afortunadas que favorecen a Grace, y negras por todo lo que envuelve el caso de María, a quien más bien aseguran mueva la traición.
Empero, lo que alborotó a las huestes de la 4T por ambos casos es que las dos emanan de partidos severamente críticos contra Morena, los cuales incluso se han dado a la tarea de promover su derrota.
Por supuesto que esto a cualquiera ofende.
¿Y los cuadros, fundadores, seguidores y súbditos de AMLO dónde quedan?
¿Qué ellos no merecen un trato privilegiado?
¿Verdad qué esto es para que cualquiera arme una guerra en Morena?
Mientras a Claudia Rivera Vivanco, una fundadora del partido obradorista la ningunearon y mandaron a Tepeaca, a pesar de haber sido edil en la capital, a Grace y a María las cuidaron y apapacharon.
Por algo Alejandro Armenta decidió ejecutar la operación cicatriz.
Porque ahora si a sus benefactores, con Grace y María, se les pasó la mano.
Dijera el clásico: ¿Quién pompó?
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