En esta columna nos hemos orientado a reflexionar acerca de nuestras ciudades o, mejor dicho, nuestras comunidades. Hemos reflexionado así sobre nuestra bella comunidad-ciudad en la que vivimos, la que muchos de los lectores de Reto diario conocen: nuestra bella Cholula.
Hoy reflexionaremos un poco sobre las ventajas de habitar comunidades o ciudades localizadas en el Valle de Puebla-Tlaxcala (conocido por nuestros abuelos como el Valle de Cuetlaxcoapan). Hoy sabemos que este Valle de Cuetlaxcoapan o de Puebla-Tlaxcala es el ombligo o el corazón del llamado Eje Neovolcánico de nuestro país, así denominado por los geólogos, seguramente por estar sembrado de volcanes en su territorio; entre otros, el segundo más grande de México: nuestro querido Popocatépetl.
Si bien algunas personas podrían señalar que estamos viviendo en una ubicación peligrosa por los riesgos de eventuales erupciones volcánicas o por las molestias ocasionadas por la frecuente caída de ceniza volcánica, en contrapartida, soy de los que creen que nuestra ubicación es particularmente privilegiada. Dígaseme si no es un privilegio despertar por las mañanas y observar que nuestro volcán está semicubierto de nieve y que su actividad se refleja en la exhalación de vapores que conforman una nube densa y blanca que le rodea. Y a su lado, el no menos bello Iztaccíhuatl. ¡Qué espectáculo!
Por otro lado, literalmente al oriente, se destaca en nuestra presencia otro bello volcán, este inactivo, que nuestros abuelos llamaron la de la falda azul: la Matlalcueye, Malintzin, Malinche o Malinalli, volcán hoy inactivo, pero no menos bello y que protegió a nuestros abuelos tlaxcaltecas. Este escenario de privilegio pienso yo que difícilmente podemos encontrarlo a lo largo del globo, quizá solo en Nepal, en las faldas del Himalaya.
De suyo, habitar en una comunidad, en una aldea, villa o ciudad tuvo numerosas ventajas sobre la vida primitiva preurbana de nuestros abuelos nómadas, cazadores o recolectores. La vida en aldeas, villas o ciudades, el asentamiento del hombre primitivo trajo numerosas ventajas que permitieron su desarrollo acelerado. Pronto, con el fuego, nació la cerámica y poco después se desarrolló la escritura y la cultura. Pero este proceso trajo también, a mi ver, numerosas desventajas, la principal: el aislamiento del hombre de la naturaleza que lo rodea. A estas desventajas de la urbanización humana me referiré en mi columna de la próxima semana.
Por lo pronto, valoro hoy la bendición de mi actual localización entre volcanes, en el bello medio natural del Valle de Puebla-Tlaxcala, entre el Popocatépetl y La Malinche.