La crianza positiva es una práctica que ha despertado tanto interés como debate en nuestros días, hoy dedicaré este espacio para desmitificar algunas ideas erróneas y hablar sobre las consecuencias de esta práctica.
Primero que nada, ¿qué es la crianza positiva? Contrario a lo que se escucha, no se trata de criar niños sin límites ni consecuencias. Más bien, es una filosofía basada en el respeto mutuo entre padres e hijos, que reconoce y respeta las necesidades emocionales y cognitivas de los más pequeños.
Es importante no confundir con ser permisivos ni descuidar la disciplina. Al contrario, implica establecer límites claros y consistentes, pero de una manera respetuosa. Tampoco se trata de dejar que los niños hagan lo que quieran, sino de explicarles el mundo con un lenguaje que sea comprensible para ellos, al tiempo que les brindamos herramientas y la seguridad para que puedan entender sus emociones, pensamientos, acciones, y prepararlos para ser capaces de resolver sus conflictos y necesidades, desde luego asistidos por sus adultos a cargo. Este enfoque prioriza la educación emocional y civil para involucrar activamente al menor en su crianza, y que en el futuro pueda ser un adulto funcional, sano emocionalmente y capaz de resolver sus conflictos.
Sabemos que la visión tradicional de crianza naturalmente es adultocentrista y está basada en la autoridad inflexible y el castigo físico, pero estudios científicos nos revelan que es sumamente perjudicial para el desarrollo emocional y cognitivo. También nos demuestran que la violencia en la crianza tiene consecuencias graves a largo plazo, afectando incluso la estructura del cerebro, de las cuales hablaré posteriormente.
Con respaldo del conocimiento científico del desarrollo infantil, la crianza respetuosa nos enseña a cuestionarnos y comprender las etapas por las que pasan los pequeños, a responder de manera apropiada a sus necesidades emocionales, fomentar su autonomía y responsabilidad desde una edad temprana, lo cual es crucial que en el futuro sean adultos emocionalmente sanos y resilientes.
Sin embargo, es comprensible que existan dudas y confusiones. La sobreabundancia de información, especialmente en redes sociales, puede llevar a interpretaciones equivocadas. Además que se requiere de educación y práctica, pero sobre todo de un cambio de paradigma.
Los padres no son débiles por optar por este estilo de crianza; al contrario, demuestran estar comprometidos con el bienestar integral de sus hijos. Sin embargo, es imperativo que puedan vivir este proceso de la mano de personal certificado que entienda y les brinde acompañamiento y herramientas educativas que les permitan a los más pequeños explorar sus límites con amor, empatía y una correcta guía. Ya que este enfoque busca construir relaciones sólidas y duraderas basadas en el respeto mutuo y la comunicación abierta.
Aprender sobre la crianza positiva no es una tarea fácil, pero es una decisión invaluable en el futuro de nuestros niños. Implica desaprender antiguos métodos basados en el miedo y la coerción, y adoptar estrategias que fomenten la conexión emocional y la autonomía responsable. Es sembrar semillas de la resiliencia emocional y la autodeterminación. Es una invitación a replantear la forma en que educamos, priorizando el amor y el respeto como pilares fundamentales para un crecimiento saludable y feliz.