Las elecciones para un cargo público tienen un antes y un después en México gracias a las candidaturas independientes que tan sólo al mencionarlas nos remontan enseguida a “personajes” como “El Bronco” o Pedro Kumamoto, quienes participaron en las elecciones de este 2015 sin la representación de un partido político y lograron llegar, en el caso del primero, a la Gubernatura de Nuevo León y a la diputación local en Zapopan, Jalisco en el caso del segundo.
Cabe mencionar que se entiende como un candidato independiente a aquella persona postulante a un cargo político, que no pertenece a un partido político ya existente en el lugar donde presenta su candidatura. En México durante las elecciones de este 2015 se presentaron 125 candidaturas independientes de las cuales 71 fueron para Presidente Municipal o delegación, 22 para una diputación federal, 29 para diputado local y tres más para gobernador.
Una de las interrogantes que me parecen más interesantes al respecto es ¿Por qué un ciudadano votaría por un candidato independiente (lo cual es cada vez más común) y no por un candidato que represente a algún partido político?
Encontrar la respuesta sería casi como encontrar el hilo negro, sin embargo considero que existen diversos factores que han ocasionado que los independientes tomen fuerza; algunos de ellos son la desconfianza en los partidos políticos, el hartazgo social, la búsqueda de sensatez en las acciones y la esperanza de un mejor futuro para los que vivimos en este país.
La mayoría de quienes apoyan a los candidatos independientes consideran que los partidos políticos se han alejado de la lucha por los derechos humanos, de las causas sociales y de los intereses comunes, para centrarse en los intereses personales y en el poder de un cargo público.
Quienes están en contra del surgimiento de estos participantes afirman que estos candidatos obedecen a intereses no partidistas pero si empresariales o a grupos sociales predominantes de la región que buscan representar, lo que los hace no tan independientes.
Es por ello que este tipo de acciones sociales han llevado a los Congresos locales a debatir acerca de estas nuevas opciones dentro del sistema democrático de nuestro país; en el caso de Puebla, se generó la llamada “Ley Anti-Bronco”, por la mayoría panista, la cual, ha sido tomada como ejemplo nacional de la poca tolerancia ante estos nuevos agentes sociales.
Estoy convencido que cualquiera que sea el caso de los participantes a un proceso democrático, el mayor enemigo no es un candidato o un partido político, sino la abstinencia al voto, la falta de participación social y el hartazgo generalizado.
La existencia de los candidatos independientes abonan al proceso democrático de México y obliga a cualquier aspirante a mejorar sus procesos de campaña y a cumplir con sus propuestas, ya que, como dicen por ahí, “actualmente, los políticos deben entender que cambian o los cambian”.