La Quinta Columna por Mario Alberto Mejía
¿En qué estaba pensando Enrique Doger Guerrero cuando mandó a hacer el Puente 475? ¿Creía que estaba haciendo su obra máxima? Seguramente. O algo más: ¿Pensaba que con ese puente iba a pasar a la inmortalidad a través de los esperpentos retóricos del “sabio” Eduardo Merlo? ¿Creyó que era Julio César cruzando el Rubicón? El hipócrita lector puede creer lo que desee, lo cierto es que ese paso entre la 25 y el Circuito Interior -bautizado con el nombre de un defensor de los pedófilos gracias al “ciudadano” Gabriel Hinojosa-ha tenido una pésima suerte en los últimos años.
Ahí fue donde Marín, hoy promotor de Doger y patrocinador de Ana Teresa Aranda, mandó a hacerle un homenaje a su lunar.
¿Cómo olvidar ese otro esperpento que mandó colocar a costa del erario municipal? Hasta los que con el paso del tiempo pasaron a formar parte de su nómina se le fueron encima.
Lo destrozaron literalmente.
Vomitaron lágrimas de sangre.
(Esta metáfora es del tamaño de sus aberraciones).
Doger seguramente pensaba en una magna obra.
Ignoraba que con los recursos sólo se podía hacer una ciclopista.
Lo cierto, lo real, es que el resultado terminó siendo la burla de los poblanos.
Y algo más: el espacio dramático en el que algunos poblanos y poblanas alcanzaron la muerte.
Hace algunas semanas el empresario Antonio Torrado vino a Puebla para checar los cruceros ideales para distribuir el periódico 24 HORAS PUEBLA.
Entramos a la ciclopista y de pronto exclamó: “Esto es provisional, ¿verdad?”.
-¿A qué te refieres, Toño? -le pregunté.
-A esto que no le puedo llamar puente.
-No. Este puente es la obra magna de un señor que quiere ser gobernador-asentó un tercero.
Torrado no nos creyó y pensó que estábamos bromeando.
Esa misma percepción han compartido muchos visitantes.
El puente merece estar en una antología: la borgiana: Historia Universal de la Infamia.
Hoy que en ese lugar de lunares y ciclopistas está por crearse un nodo inteligente, nuestro personaje ha lanzado al marinismo en pleno a defenderlo.
El mismo ha salido a hablar a favor de su obra.
No hay palabras para ello.
Él lo sabe.
Su discurso suena más bien a un arranque desesperado en aras de no perder la candidatura del PRI a la minigubernatura.
Algo sabe Doger que no sabemos nosotros: que la posición con la que pensaba lucrar -una vez más-se ha vuelto inalcanzable.
Es la historia de su vida.
Con López Zavala quiso, pero no pudo.
Entonces se le fue encima.
Y lo vendió a los contrarios.
Zavala lo supo. Marín también.
En una próxima columna le contaré historias reales contra el marinismo orquestadas por quien hoy se agazapa en su vientre.
En el vientre mayor del marinismo.Cree que el “compañero” Marín ya olvidó.
Y más: que ya lo perdonó. Agravios son agravios.
Y se cobran con sangre.
Marín lo sabe.
Doger ya lo olvidó.
Por eso se comió todo lo malo, lo terrible, que vomitó en su contra.
Ignora que hay grabaciones que recordarán sus dichos.