El sábado, las redes sociales de muchos integrantes de medios de comunicación se llenaron de mensajes de denuncia y de rabia por lo acontecido al periodista Fredy Aco Bautista, quien fue arrollado por un hombre que manejaba a exceso de velocidad, lo que provocó varias heridas al comunicador, quien debió ser operado de urgencia. Lo más grave de lo ocurrido es que agentes de la Guardia Nacional detuvieron al agresor, que se había dado a la fuga, y en lugar de presentarlo ante el Ministerio Público, permitieron que huyera por segunda ocasión. Lo sucedido no es un hecho aislado, es parte de una serie de abusos que se están incrementando en esta corporación policiaca del Gobierno federal.
Lo que pasó en el caso del colega Fredy Aco es apenas “la punta del iceberg” de obscuros comportamientos de agentes y mandos de la Guardia Nacional.
Algo grave está ocurriendo con la Guardia Nacional que, desde hace varios meses, ha empezado a mostrar que, en lugar de ser una alternativa para enfrentar la violencia y la delincuencia, parece que algunos de sus integrantes están contribuyendo al clima de impunidad y violencia que abunda en la mayor parte de Puebla y del país.
La Guardia Nacional se creó en marzo de 2019 y fue la principal alternativa del presidente Andrés Manuel López Obrador para combatir el crimen organizado, pues el anterior cuerpo de seguridad pública, que era la Policía Federal, para hacerse cargo de este problema apenas tenía entre 25 y 30 mil agentes, que era una cantidad insignificante para las necesidades del país. Actualmente la Guardia Nacional cuenta con alrededor de 128 mil integrantes, que en su mayoría provienen de las filas del Ejército y de la Marina.
Nadie duda que fue uno de los grandes aciertos del gobierno de López Obrador el echar a andar la Guardia Nacional que, en algunos estados de la república mexicana, vino a resolver graves carencias en el área de seguridad pública, pues actualmente hay más agentes federales que policías locales.
La Guardia Nacional se ha mostrado como un cuerpo más disciplinado, con mayores controles y una mejor capacitación de sus integrantes, que el resto de las corporaciones policiacas de México. Sin embargo, pareciera que la corrupción y los abusos están empezando a permear en algunas de sus intervenciones.
Para ejemplificar lo anterior, solo hay que echar un vistazo a las siguientes cuatro situaciones:
Casi un año antes del atropellamiento del Fredy Aco Bautista, el 17 de agosto de 2024, hubo también un hecho grave en una vialidad: la tarde de un sábado lluvioso –como el de este fin de semana– murieron los defensores del derecho al agua Omar Jiménez Castro y Julia Salas Torres, quienes circulaban con dirección hacia la ciudad de Puebla luego de haber estado en Teziutlán.
Poco antes de llegar a territorio poblano una camioneta rebasó de manera imprudente y chocó de frente contra el auto en que viajaban los activistas.
Y como si fuera la misma película de lo acontecido con el colega Aco Bautista, los agentes de la Guardia Nacional detuvieron al conductor y luego de unos minutos, lo dejaron ir, nunca lo presentaron ante el Ministerio Público, argumentando que provocar un accidente vial no es un delito grave, pese a que murieron dos personas.
Los familiares y abogados de los activistas denunciaron que había la sospecha de que el autor de las muertes de Julia Salas y Omar Jiménez habría sobornado a los uniformados de la GN.
Un segundo hecho, todavía más grave: hace tres semanas, la noche del jueves 26 de junio pasado, agentes de la Policía Municipal de Puebla tenían localizado al líder de la banda de los Oaxacos, que es un grupo criminal que controla el robo de vehículo y de autopartes, así como redes de narcomenudeo y con un viejo historial delictivo de por lo menos 10 años.
Los uniformados perseguían de cerca al jefe de esa organización, que se hacia acompañar de tres escoltas, y de pronto la operación se frustró cuando una camioneta les cerró el paso: era una patrulla de la Guardia Nacional, el automotor que se les puso enfrente.
Eso permitió que el líder de los Oaxacos, a bordo de una camioneta modelo Jeep, color azul, pudiera tomar a toda velocidad la autopista México-Puebla y escapar de la persecución policiaca.
Un grupo de cinco agentes de la Guardia Nacional fueron detenidos por ese acontecimiento y como parte del estado de embriaguez en que se encontraban al momento de ayudar a la huida a los ladrones de autos, acabaron confesando que “vendían” protección a los Oaxacos.
Ante la mirada crítica de conocedores del tema, la Guardia Nacional aparece en situaciones delicadas como responsable de lo que pasa con dos fenómenos delictivos: en la autopista México-Puebla y la carretera Tlaxco-Tejocotal, no cesan los asaltos a transportistas y automovilistas. Cada vez son más violentos los atracos, una situación que no cesa desde hace cuatro años.
Y en la Mixteca poblana, poco se ha logrado reducir la presencia e influencia de “Los Rojos“, un grupo numeroso del crimen organizado que, luego del episodio de los 43 normalistas de Ayotzinapa, sus líderes dejaron Guerrero y se instalaron en Morelos y en Puebla.
Sería desproporcionado y fuera de la realidad decir que la Guardia Nacional ya no es confiable y que abunda la corrupción en sus filas. No obstante, no se debe pasar por alto los episodios ominosos que han cometido algunos miembros de dicha corporación.
Indignación por el caso de Fredy Aco
Fredy Aco Bautista es oriundo de Zongozotla, un municipio indígena de la Sierra Norte de Puebla.
Llegó a la capital del estado para estudiar periodismo y con pasión ha ejercido esa profesión los últimos 30 años.
Ha sido reportero en medios de comunicación impresos y radiofónicos. Y también se ha desempeñado en cargos importantes de oficinas de prensa, destacando que fue parte de la Dirección de Comunicación Social de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla, durante el rectorado de Enrique Doger Guerrero.
Siguió colaborando con Doger cuando fue alcalde de la ciudad de Puebla y en los años siguientes, en que el político priista buscó afanosamente convertirse en gobernador del estado.
Entre 2023 y 2024, acompañó al político morenista Ignacio Mier Velazco en su fallido proyecto de convertirse en el aspirante de la 4T al Gobierno de Puebla.
Y desde octubre pasado y hasta la fecha, Fredy Aco ha sido parte del equipo de gobierno del alcalde de Cuautlancingo, Omar Muñoz Alfaro.
El sábado anterior, cuando Fredy Aco circulaba en una motocicleta negra, en el kilómetro 7 de la carretera federal Atlixco-Puebla, una camioneta modelo Audi 2010, manejada por Juan Ramón N., embistió al colega periodista, quien quedó tendido en el asfalto con graves lesiones en una pierna y en otras partes del cuerpo. El conductor se dio a la fuga.
Minutos más tarde, el agresor fue detenido por la Guardia Nacional. Es un hombre que tiene como antecedente 43 multas por manejar a exceso de velocidad. Las últimas seis sanciones no las ha cubierto.
Los agentes de la Guardia Nacional argumentaron que no estaba presente la víctima que lo pudiera acusar, lo cual es un argumento que raya en el absurdo. Eso significa que, en la lógica de los policías federales, Fredy Aco se tenía que haber quedado tirado en el pavimento hasta que detuvieran al chofer que lo arrolló, en lugar de que lo llevaran al hospital, en donde lo tuvieron que operar de urgencia para salvarle una pierna.
Finalmente, el conductor fue detenido por agentes de la Policía Ministerial de Puebla, en mucho, por la presión que ejerció el gremio periodístico.